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210 HNRIQUE RIVERA DE VS:NTOSA l rój del tema. Hemos puesto tan sólo las premisas de una gran conclusión que resume uno de los aspectos más importantes de la obra de Una– muno. Para éste, en efecto, el estrato último y fundamental de la vida de los pueblos, de su historia y de su intra-historia, es el hombre eterno y la humanidad eterna. Ahora bien; el hombre eterno tiene siempre unos idénticos problemas y busca siempre unas mismas soluciones. Percibir tales problemas y hallar las correspondientes soluciones es la gran mi– sión de la cultura. Por ello, no sólo es posible el encuentro de unas con otras, sino que piden éstas la convivencia en el amor y la comprensión. No se excluyen porque no se oponen. Iseo, dice Unamuno, es la carne eterna; Beatriz, la teología; Margarita, el pueblo; Helena, el clasicismo griego; Dulcinea, el quijotismo. ¿Y qué es el quijotismo? Es, responde Unamuno, «todo un método, toda una epistemología, toda una estética, toda una lógica, toda una ética, toda una religión, sobre todo; es decir, toda una economía a lo eterno y lo divino, toda una esperanza en lo absurdo e irracional» 24 • Pero este quijotismo no tiene por qué luchar con otros valores positivos de la cultura. Su misión no es destruir. Es aportar una nueva visión en el problema último humano y una respuesta al mismo. Unamuno aspira a un hombre nuevo. Le duele el hombre viejo de nuestra civilización gastada y enviciada. Tiene muchos reproches para este hombre viejo. Pero vislumbra otro hombre. Y señala el camino para que aparezca. Ahondar y más ahondar hasta darnos todos la mano en ese estrato profundo que todos llamamos humanidad. Y que él en ocasio– nes llama &obre-humanidad. En su breve ensayo, Civilización y cultura, delinea ésta su aspiración ideal: «¡Un hombre nuevo! ¿Hemos pensado alguna vez con recogimiento serio en lo que esto implica? Un hombre nuevo, un hombre verdaderamente nuevo, es la renovación de todos los hombres, porque todos cobran su espíritu; es un escalón más en el pe– noso ascenso de la humanidad a la sobre-humanidad. Todas las civiliza– ciones sólo sirven para producir culturas y que las culturas produzcan: hombres. El cultivo del hombre es el fin de la civilización; el hombre es el supremo producto de la Humanidad, el hecho eterno de la Historia. ¡Qué hermosura ver surgir de los detritos de una civilización un hombre nuevo! Da el árbol, moribundo, su suprema semilla... Un hombre nuevo es una nueva civilización» 2s. 24 Del sentimiento trágico de la vida, o. c., t. VII, p. 299. 25 Civilización y cultura, o. c., t. I, p. 994.

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