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392 GERMÁN ZAMORA se han formado hombres eminentes, tenemos ia satisfecho en nuestra Respuesta a la Universidad de Salamanca, e igualmente al pretendido menoscabo de la Teología, y desproporción de la Doctrina que contiene la Física de nuestra profesión e instituto. Si se tratase de veras y de buena fé de establecer en nuestros Estudios la buena Filosofía, no tendría repugnancia en regentar la Cátedra (que por burla aconseja este Padre se me dé) y dar principio a este nuevo género, y método de enseñanza; bien que en tal caso sería mucho más fácil y esento de inconvenientes monásticos (que resultan de la distribu– ción de las lecturas) instruir a los mismos Lectores en lo que ellos no puedan alcanzar por sí, especialmente en los Elementos de Matemáticas y de la Física. Es falsísimo que vituperemos y tratemos de desterrar el Silogismo, para el qual por el contrario darnos reglas extendidarnente y acaso más de lo que sería necesario37. Los perjuicios de la lectura de libros estrangeros y el esorto a huirlos es cosa digna de los que aborrecen la buena instrucción tanto en la Filosofía corno en la Oratoria, y en lo demás, y el trabajo de comenzar [a] aprehender despues de aver consumido lo mejor de su tiempo y de su vida en estudios inútiles. Finalmente tampoco pienso merecen censura las instrucciones que doi a los Maestros para que esaminen con prolixidad el genio e índole de los Muchachos, manejen e interesen sus pasiones, haciendoles servir a su adelan– tamiento con la sobriedad y juicio conveniente. [3. A la censura del P. Francisco de Ajofrín] El Papel num. 3° comienza con una distinción entre los Estudios Publicos y los Monasticos asegurando deben regularse de diversa manera: reproduce la humildad y el destierro de toda hínchazon, y orgullo que corresponde a los Capuchinos. De aquí infiere deber desecharse mí Filosofía la qua! « ia en el modo ia en la substancia esta respirando hinchazon y orgullo, despreciando todo lo antiguo, abatiendo hasta lo sumo aquellas maximas literarias conque nos hemos criado en la Religion, y con que hasta ahora se han c1iado todos los hombres grandes que ha avido en la Provincia que no han sido pocos; ni es posible que con el nuevo metodo se críen, diga lo que quiera el Autor, y aparente quantas razones le dicte su buen celo». Lleva a mal que digamos que la buena instruccion proporcionará a los Jóvenes para el desempeño de los cargos y ministerios que deberan encomen– darseles en lo sucesivo, como que esto es capaz de excitar en ellos la ambicion: Reprueba el estilo el qual, dice, « nada tiene de Escolástico, es obscuro, aspero, e imperceptible, afectado, altisonante, y desproporcionado a las cortas luces de los Jovenes principiantes, demasiadamente conciso y dificil de entenderse; tanto que io mismo aviendo leido una y otra vez los pasages de la Obra no he podido hasta ahora comprehender lo que dicen». de L. A. Vernei, traducido en aquel mismo año de 1760 al castellano; Ribera lo consideraba, como a la obra de los restantes metodistas modernos, más bien apto para « formar sabios por el atajo ». Dentro de la Orden capuchina fueron, sin duda, el P. Villalpando y sus antagonistas los principales representantes en la polémica nacional entablada entre « n1etodistas >> y « antimetodistas ». 37 Ribera había escrito también, dirigiéndose a su claustro salmantino: « Ni Dios permita, ni V.A. consienta por lo que a sí toca, que el espíritu de la novedad o el de la adulación, o uno y otro, consigan extrañar de los dominios de España al silogismo • (ibid. f. 157).

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