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LA FILOSOFIA MODERNA Y LOS CAPUCHINOS 385 hallada dentro de su provincia y en algunas universidades, que debieran ir a la cabeza de la reforma 25 • Su representación apologética fue entregada al Consejo, probable– mente, a mediados de septiembre, entrando durante algún tiempo en vía muerta. Mientras esta autodefensa yacía inerte en algún anaquel de la sede del organismo moderador de los estudios nacionales, comenzaban a producir su efecto en el país los ejemplares de la censura salmantina, esparcidos maliciosamente por toda su geografía, pues la universidad había cumplido el siniestro plan de algunos interesados, para desacre– ditar el Curso del P. Villalpando. No sólo se multicopió el extracto según el número de ejemplares requerido por el de miembros del Consejo - 38 - sino que se enviaron a muchas otras personas. El nombre del autor del Curso iba convirtiéndose, debido a ello, en el hazmerreír de ciertos estratos de la nación. El ejemplo de Salamanca, aun de gran ascendiente, contagiaba a otras universidades, « haciéndolas arrepentirse de la obediencia que prestaron a los Decretos del Consejo», y ciertos predicadores comenzaban a ridiculizar desde el púlpito aquella filosofía modernizadora. Alguno de éstos se propasó a declamar contra ella en plena Corte y en presencia del inquisidor general y sus consejeros; es de suponer que airearía el asunto de la pena de muerte contra los herejes, solfeando la ternura y compasión de Villalpando. Para atajar el dafio, que repercutía, además, en descrédito del Consejo, el ultrajado dirigió nueva instancia a éste, pidiéndole ordenara publicar los papeles de Salamanca, de los capuchinos y su propia refutación, « para que el público se desengañe e ilustre, y haga justicia al mérito de cada uno ». Firmaba esta súplica el 23 de octubre. Pero el organismo protector había entrado, al parecer, en una fase un tanto letárgica, muy en contraste con la celeridad de los despachos del bienio 1776-78 26 • Más aun, se daba cierto paralelismo con lo ocurrido a comienzos de la década anterior, que se inició con la furia reformista de varias personalidades desde diversos lugares del país, se vio frenada luego por la Inquisición y otros agentes menos claros, y reducida final– mente a una parálisis desesperante para sus impetuosos promotores de primera hora. La ofensiva ultrancista, que entonces puso en zozobra los planes de estudios, y logró meter en el de Salamanca el texto de Goudin, parecería entorpecer también ahora el despacho de los negocios. ¿ O es que alguna otra rémora desconocida semiparalizaba los resortes del Consejo para que no se moviera en aquella dirección ? Fuera de ello lo que fuere, aparte el pequefio paralelismo detectable entre las vicisitudes de Olavide y Villalpando en su lucha por la modernización de la ensefianza y su torpedeo por la Inquisición, lo evidente es la lentitud con que comen7.:Ó a proceder el Consejo de Castilla. Ese estado de cosas acrecía la impaciencia de su principal víctima, Francisco de Villalpando, contra el cual y su Curso trabajaba el 25 !bid. f. 2-3. 26 AIINC, Jeg. 5539, n. 34, f. 260.

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