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o apariencias», de las que se hizo descripción en la segunda parte de este estudio. Tanto la ciencia como la teología mística coinciden en este punto. Ambas expresan, aunque de modo diferente, que detrás del proceso fenoménico se da una realidad que supera en riqueza ontológica lo captado por el conocimiento. Y, que perma– nece misteriosa e inalcanzable, por mucho que la mente penetre en su secreto. Se da siempre un «más ontológico» que, en el sentido expuesto, puede designarse como lo «inefable» de la ciencia y de la teología mística. Resta, para concluir el estudio, considerar los modos expresivos según los cuales se configuran los lenguajes científicos y místicos, junto con las reglas de juego en las que se mueven y se desarrollan. 3. EXPRESION EN LA CIENCIA Y EN LA TEOLOGIA MISTICA L. Wittgenstein afirma que «el lenguaje disfraza el pensamien– to» y, en consecuencia, la realidad captada por el pensamiento 83 • La afirmación de L. Wittgenstein es aplicable lo mismo al conoci– miento científico que al saber místico-teológico. En el primer caso, la realidad queda disfrazada por fórmulas matemáticas o por ex– presiones que responden a una verificación cuántica mensurable. En el segundo, la Divinidad queda también disfrazada por el len– guaje metafórico con que se expresa. Todo discurso, de alguna ma– nera, sirve de molde apresador de su contenido. Y, en cuanto mol– de, falsea en mayor o menor medida la materia que acoge en su interioridad, bien «recortándola» o bien «transformándola» a su imagen y semejanza. Así, la riqueza ontológica divina queda cir– cunscrita en la metáfora, queda como «recortada» su infinitud que se desborda y escapa de los límites impuestos por la expresión. Y la realidad física se transforma en fórmula matemática, dando la impresión de que su naturaleza sea de índole cuántica. Una diferencia fundamental, sin embargo, existe entre el dis– curso matemático y el de la metáfora. El primero traza límites exactos a la realidad en su comportamiento físico. Límites que, poco a poco, va ampliando sin nunca lograr meter en sus formu– laciones matemáticas la totalidad del ser. Lo que se conoce es obje– tivo, pero no exhaustivo objetivamente. El segundo, en cambio, no traza limites. La metáfora, por su propio modo de ser, es apertura hacia la otra realidad a la que hace referencia, orientando hacia la 83 L. Wd:ttgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus, tr. E. Tierno Ge,liván (Madrid 1957) 4002. 62
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