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que le circundan. Sabe que son y que están en su persona, pero no las ve ni las capta en su presencia actual. Sólo, cuando en determi– nados momentos y no por tiempo prolongado, se dejan experimentar y se hacen conscientes, abandonando su carácter de misterio y ocultamiento, sobreviene el nivel místico. El dato empírico, en el nivel místico, no se le impone al hombre igual que acaece en el conocimiento científico, siguiendo leyes ne– cesarias. Lo Numinoso, en el nivel místico cristiano, cobra caracte– rísticas personales, principalmente las de amor y libertad. Es ·«Algo» que se manifiesta como «Alguien», que se da gratuitamente a quien quiere, cuando quiere y del modo que quiere. Su acción sobre el hombre, por ello, no es controlable, ni verificable mediante criterios cuántico-matemáticos. La donación de Dios, en cuanto es gracia, configura al hombre con su forma, haciéndolo «grato» a la Divinidad. Y, por lo mismo, comprometiéndolo en su modo de ser y de obrar. Se liescubre, así, el ámbito más original en que se desarrolla la experiencia mística– cristiana: el de la auto-implicación. El investigador, aquí, queda comprometido; no constituye parte ajena e independiente de la ex– periencia. Quien desee llevar ésta a cabo, ha de correr los riesgos que Dios le exija en su comportamiento diario. Quien tiene expe– riencia de la Divinidad, no se conduce en sus actividades como si nada le hubiera acaecido. El reconocimiento vivido de la propia y radical dependencia,. rodeada ahora de amor, conlleva un cambio en el ser y en el obrar. No extraña, por .ello, que los científicos re– pudien esta experiencia, en cuanto objeto de investigación, negando la posibilidad de encuadrarla en su tarea cognoscitiva. En teoría, sin embargo, no puede negarse la intersubjetividad en la experiencia religiosa místico-cristiana. Los grandes santos y escritores espiri– tuales que nos refieren «sus experiencias de Dios» indican las con– diciones y compromisos de vida que se exigen para repetirlas. Todos, con unanimidad, afirman que quien recorra el camino de la purifi– cación y de la iluminación experimentará la cercanía y vencidad de Dios. en una unión con El, misteriosa e inefable. La inmediatez y la vivencia presencial de Dios en el alma son el denominador común de todas las experiencias místico-cristianas. Tales experiencias se hacen posibles, en el cristianismo, en cuánto que .las personas que gozan de ellas están insertas en la Comunidad nacida de Jesús, la Iglesia. Es el mismo Espíritu de Jesús;··que ·vivifica a la Iglesia, quien concede a sus miembros, par– ticularmente a· los místicos; saborear y sentir claramente, como prenda y garantía de ·su futuro; las .realidades prometidas para el 60 1 1
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