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cendente y, también, poniendo énfasis en la expresión, lo tota'ltmente Otro. Es decir, lo que desborda toda categoría terrena y finita, si– tuándose, revestido de un halo misterioso y fascinante, más allá del universo circundante. Con esta descripción fenomenológica se pretende abarcar todas las experiencias de lo Sagrado que acaecen en las diversas religio– nes, que conforman el segundo nivel de contacto entre hombre y Dios. Por ello, al haber concretizado nosotros este segundo nivel en la religión cristiana, debemos ir añadiendo las notas en virtud de las cuales «la experiencia de lo Sagrado» se transforma en «ex– periencia cristiana». Estas notas provienen, por un lado, de la ma– nera cómo lo Sagrado se manifiesta en la historia de la salvación del hombre que nos trasmite la Biblia. Y, por otro lado, de los módulos o esquemas racionales y culturales de comprensión que recibe la presencia de lo Sagrado, intentando explicarlo. Dentro de este contexto, en el nivel de experiencia cristiana, la iniciativa pertenece siempre a Dios que sale al encuentro del hombre. Y se le presenta con rasgos personales en los que se de– rrama amor, bondad y santidad, que exigen del hombre compro– misos de idéntica índole. La plenitud del amor de Dios, de su bondad y santidad aparece encarnada en Jesús de Nazaret. En Cristo. Su vida, su obra, su mensaje son leídos e interpretados desde módulos de comprensión diversa: primero arameos, griegos y latinos; des– pués, los pertenecientes a las distintas culturas a las que el fenó– meno de la revelación cristiana se acerca. Se entiende, así, cómo pudo el Pseudo-Dionisia bautizar, en su sentido sacramental ge– nuino, el pensamiento neoplatónico, convirtiéndolo y transformán– dolo en una nueva «criatura cristiana». Cuando s.e habla, en este nivel, de experiencia cristiana, se alude a la que deriva de unas relaciones personales del hombre con Dios, a través de la fe en Cristo, y que se manifiestan en actos de culto y liturgia. En definitiva, la vida humana es vivida como la de una persona a quien se le ha concedido el privilegio de la adopción filial por parte de Dios. Desde el bautismo, pues, se da una criatura nueva, nacida de lo alto y que se ubica en un rango ontológico superior, el divino. No es que se superpongan dos vidas: la natural y la sobre– natural. Se trata sencillamente de la misma vida, en cuanto cobra principios vitales que la hacen participar gratuitamente de la vida de Dios. Sin embargo, todas. estas hermosas realidades, especial– rnente las más específicamente cristianas -presencia de Cristo e inhabitación trinitaria en el alma- no las percibe el hombre de modo consciente, ni le son asequibles como acontece con los objetos 59

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