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Por otra parte, los procesos experimentales son independientes del estado de ánimo del investigador y de sus actitudes frente a la vida y frente ál mundo. La persona del investigador, en cuanto tal, no· queda para nada comprometida por la experiencia científica. Esto no es óbice, sin embargo, para que aborde el dato empírico desde condicionamientos epistemológicos previos. El puro y des– carnado objetivismo, el fenomenológico «colocarse en las cosas mismas», no pasa de una encomiable aspiración utópica, ya que el investigador jamás podrá desprenderse de su propia perspectiva ni de sus posturas gnoseológicas. Así, pues, legalidad física necesaria, verificación intersubjetiva y control de la experiencia configuran el ámbito en que se mueve la ciencia. 2. LA EXPERIENCIA EN EL SABER TEOLOGICO MISTICO Si esta panorámica del quehacer cinetífico se compulsa con el de la teología mística, enseguida aparecen contenidos comunes con rasgos y propiedades cargados de hondas diferencias. La experien– cia, por ello, resulta ser un término y concepto de carácter analó– gico. En efecto, el dato empírico es común denominador incontro– vertible en la ciencia y en la teología mística, pero en una y otra se verifica de forma diversa y distinta. a) La experiencia mística en general Las relaciones del hombre con Dios pueden ser enmarcadas en tres niveles de experiencia: el religioso, el cristiano y el místico. El primer nivel, según es descrito por la fenomenología, se constituye en su núcleo central por el sentimiento de radical dependencia que invade, en ciertas ocasiones, a la persona humana y que en ella aflora por múltiples caminos. Particularmente, en los que confi– guran situaciones límites de la existencia. Así, la muerte o el naci– miento, horas de inmensa felicidad o de inconmensurable infortu– nio, acontecimientos cósmicos de envergadura catastrófica, la mis– ma contemplación de la belleza o de su creación artística pueden servir de piedras de toque para instalar al hombre en la vivencia de lo· Sagrado. El hombre se siente arrojado en la vida sin ser dueño de ella; está sometido a la muerte. La felicidad y el infor– tunio, la belleza o las catástrofes cósmicas le acusan de su impo– tencia salvífica para la totalidad del ser y del obrar. Y esta vivencia le enfrenta a «Algo» que se le presenta como Absoluto y que deno– mina de •for1nas. diversas: es lo Sagrado, lo Numinoso, lo Trans- 58

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