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tica el ejercicio de recogimiento. Como el caracol y la tortúga, el espíritu que se dobla sobre sí mismo y adquiere en esto hábito camina él también dentro de una concha en la que se dan las rela– ciones amorosas entre el alma y Dios. El erizo, que se defiende dé los perros encerrándose en sí mismo, enseña a los contemplativos la manera de defenderse de las tentaciones del demonio: escondién– dose en lo interior de su espíritu, poniendo bajo llave la disipación de los sentidos 72 • Amistad y fidelidad son virtudes características del caballo y del perro en relación a sus dueños. El Tercer Abecedario, sin em– bargo, no se fija en estas virtudes. Del caballo, subraya su índole «espantadiza» que describe, en dos ocasiones., casi con las mismas palabras: «el caballo ante una sombra o un pájaro se espanta en la oscuridad, dando un salto como si se tratara de un león, con lo que arroja a su jinete en un hoyo lastimándolo». En otros dos pa– sajes nos habla del caballo furioso que se desboca o del que se «arrufa y despierta», como hacen algunos religiosos que se «arru– fan y despiertan», cuando abren sus orejas a las murmuraciones contra otros hermanos 73 • El perro rabioso causa infección a todos los que muerde. Igual que Judas que con un acto traidor dio origen a la muerte de Cristo y a la persecución de sus ovejas. Los malos perros de caza abandonan su presa ante las primeras dificultades del bosque. Son imagen de los que comienzan la oración de recogi– miento, pero no se empeñan en ella con todas las fuerzas de su voluntad. En contrapartida a esta visión tan poco ejemplar del perro, Osuna va a recordar en un pasaje la escena evangélica en la que «los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de su Señor». El varón recogido se compara, entonces, a este «perrillo» que se pone ante la mesa de su Señor «muy vivo y atento» coleando alegremente, porque espera los dones y gracia de su comida 74 • El asno, siguiendo la larga tradición ascética, sirve para desig– nar el cuerpo y sus tendencias hacia la vida cómoda contra el imperio de la razón. Y, ante la grandeza de Dios, el hombre se convierte en un «vil gusano,,. En menos que «un gusano», ya que de estos se cuida Dios, mientras que el hombre llora la ausencia de los gustos y consolaciones espirituales de que gozó. ¿Acaso el Señor que no 72 El caracol y la tortuga, sirven para figurar el recogimiento en TA.E 439 y la defensa que de sí mdsmo haoe el erizo, similar a la de aos contem– plativos respecto a ~as tentaciones en 560. 73 TAE 501, 570, 614 y 620.. 74 Op. cit., pa.ra los peITos malos·, designados .también bajo el término de «oanes», 445; 495 y 505; el pemUo, imágen del hombre «sólo, atento y contento con Dios», en 525. 52

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