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místico toma su manera de aprender sin darse cuenta de que apren– de. Dios «hase, a mi ver, con éstos (se refiere al tercer modo de enseñar que Dios lleva a cabo con los perfectos) como nosotros con los tordos y aves que enseñamos, sin que las tales aves sientan ser enseñadas» 60. Los animales, clasificados en la especie de terrestres, ofrecen en el Tercer Abecedario una gran variedad, que va desde los ani– males domésticos -gallos, gallinas, asnos, ovejas, perros- hasta los salvajes ~leones, lince o lobos- pasando por los caracoles, los erizos o las víboras y culebras. Algunos de estos animales, por la misma naturaleza nociva de sus actividades, se prestan a ser imagen de todo aquello que puede obstaculizar la vida de recogimiento: la tentación, el pecado, la disi– pación de los sentidos. Es dentro de esta dimensión, donde aparece la tríada «serpiente, alacrán y áspide», tomada por Osuna del Dt 8, 14-15. La serpiente se identifica con la acción del demonio y de ella se dice que posee un «flato que quema y abrasa» y empuja al alma hacia el fuego de la lujuria. La tentación de la carne es atri– buida también al áspide «sedienta». El alacrán, en cambio, figura a los detractores de las personas dedicadas al recogimiento que sufren, por este motivo, la tentación de abandonarlo. Son «alacra– nes» los que te muestran buen rotro y tras de ti dicen otra cosa. Las murmuraciones y las falsas acusaciones inciden particularmente sobre los prelados o quienes gozan de algún oficio de responsabi– lidad, creándoles situaciones difíciles que sólo se vencen con la per– severancia en el recogimiento. En esta misma línea de animales nocivos, se colocan el león y los lobos. El león se pone en mitad de la senda que conduce a la perfección y acosa al hombre, como un día hizo en tiempo de Sansón con el pueblo de Israel. El león es imagen de los movimientos bestiales de la carne que no abandonan al varón recogido en ninguna edad de su vida. Hasta en la ancianidad. Osuna, a este respecto, trae a colación también a la víbora. «El que tiene la víbora en el seno, aunque esté dormida, no se debe asegurar, porque con un poco de calor torna a vivir y muerde aún a San Pablo». El lobo es calificado de «infernal» y se le atribuye la fijación en la mente de los malos pensamientos. El Tercer Abecedario observa que el lobo «embaraza y torna como atónito al que lo ve, y por algún espacio de tiempo tiene suspenso al que lo ve súbitamente». Lo mismo que sucede con los malos pensamientos, cuando advienen obsesivamente 69 TAE 265. 287, 310, 320, 340, 351, 366, 446, 470, 512 y 555. Para los tordos, TAE 379 y para la tórtóla, 488. 50

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