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la mente humana, cuando quiere escudriñar con solas sus fuerzas el misterio divino. De aquí, el consejo del dístico: «ciego y sordo y mudo debes ser y manso siempre». En el capítulo de las tentaciones, los mosquitos por su actividad perturbadora que altera con sus pica– duras la tranquilidad de una situación se comparan a los malos pensamientos. Estos importunan toda clase de ejercicio espiritual, pero el varón discreto «búrlase de aquellos mosquitos de Egipto y prosigue su buen ejercicio». Por último, Osuna, hablando de la hipocresía, aduce el pasaje evangélico en el que Cristo acusa a los fariseos de colar un mosquito y tragarse un camello 67 • La paloma, punto de referencia común bíblico y de los escri– tores espirituales, es el ave que más veces utiliza Osuna en su Tercer Abecedario. Una docena de citas, al menos, en las que apa– recen los aspectos más relevantes que unen a la paloma con el reco– gimiento. Nuestro místico describe la paloma como el ave más amo– rosa, cuyos ojos son de por sí inclinados a las lágrimas y cuyos sentimientos afectivos se traducen en gemidos y supiros. Se alude al Cantar de los Cantares en el que la paloma representa al alma fiel. Sin hiel de malicia, su inocencia se le escapa por los ojos. Por ello, del alma fiel dice el Señor: «tus ojos son como de paloma sobre los arroyos». Tener ojos de paloma significa en el varón recogido pureza de corazón y limpieza de mente. De modo particular, Osuna subraya la capacidad de esta ave para volver al punto de partida de sus vuelos. Tornó al arca de Noé, en donde encontró la paz y el descanso que no halló en el exterior. De igual manera, quien se ejercita en el recogimiento ha de volver a sí mismo o ha de buscar la soledad de su celda donde poder sosegar. Dios perdona al alma arrepentida y, para que no tenga empacho de tornar a El, la llama «paloma suya» 68 • La tórtola y los tordos, por último, aparecen una sola vez en el Tercer Abecedario. La primera es citada dentro del salmo de David: «porque el pájaro halló casa para sí, y la tórtola nido donde torne a poner sus pollos». La tórtola figura, aquí el corazón del hombre que debe abandonarlo todo por su Señor, levantándose sobre el tejado de este mundo, según expresión agustiniana citada por Osuna. Como la tortolica, el corazón recogido se contenta con un solo esposo y busca únicamente agradarle a él, solícito y atento siempre a sus deseos y a su voluntad. Del tordo, en cambio, nuestro 67 «A la mente humana en su conocimiento de Dios, le acontece como al mosquito, que se quema por volair a la lumbre y conocer aquella. olwridad que de noche ve resplandecer,, TAE 179; para las tentaciones, 561 y, pam sim– bolizar le, hipocresía, 567. 68 TAE 265, 287, 310, 320, 340, 351, 366, 446, 470, 512 y 555. 49
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