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Las relaciones de Dios con el alma, habidas en la oración de recogimiento, y sus experiencias concomitantes se asocian a esta fauna. Por analogía con las actividades de ésta en su mundo terreno, se.describen las del mundo espiritual en donde ahora se ubican. Según el orden alfabético de nuestra triple clasificación, el primer lugar está ocupado por las abejas. En ellas encuentra Osuna cuatro relaciones metafóricas respecto de la oración mental. Con– dición previa del auténtico recogimiento es un deseo y búsqueda sincera de Dios. Las abejas ejemplifican esta situación, cuando, faltándoles el rey, desamparan la colmena y «lo van a buscar para morar con él». Un corazón recogido debe, también, aprender a sacar amor de todo cuanto le rodea, de igual manera que las abejas sacan néctar de cualquier tipo de flores. El místico andaluz añade todavía dos observaciones, dignas de un aficionado a la apicultura. En· período de grandes vientos, las abejas, para evitar ser derri– badas por ellos, toman una pedrezuela entre los pies y ~elan con ella a ras del suelo. Y, cuando sobreviene una tempestad, se retraen a la colmena para protegerse. Esta defensa que llevan a cabo de su vida ha de saber aplicarla también el hombre a su ejercicio de reco– gimiento, si le sobrevienen dificultades en su realización o se siente de:i;ügrado con injustas acusaciones. Entonces, como las abejas, fortificará el velo de su oración mental, por pobre que sea -a· ras de suelo-, con la pedrezuela de la humildad o se retirará, frente a sus. detractores, al silencio y soledad de su vida interior. En razón de su aguijón, las abejas son aducidas solamente una vez. .Se re– cuerda la muerte que Sansón dio a un león, animal que figura todos los obstáculos que impiden llegar a la divinidad: «en su boca sola– mente hallarás abejas que te pueden picar y dar algún enojo», sin detrimentos mayores 61 • El águila, en cuanto ave depredadora que se eleva a grandes alturas para caer sobre su presa, es utilizada por el Tercer Abece– da,rio de forma ambivalente. Por un lado, a través del modo cómo caza al ciervo, expresa gráficamente la victoria de los malos pen– samiel).tos sobre la mente pura y limpia de un varón recogido. Por otro, en cambio, enseña a éste a comportarse correctamente, según ella hace con sus hijos. Para cazar al ciervo, el águila emplea una treta harto sagaz. Se revuelca en arena y, cuando se siente lo sufi– cientemente cargada de su polvo, vuela sobre la cabeza del ciervo arrojándolo a sus ojos. Con la pérdida de la vista, el ciervo acaba 61 TAE 472, 502, 518, 540, 568. La abeja es utilizada igualmente por Santa Teresa, casi calcando a Francisco de Osuna. Ver la obra citada ya de G. Et-. chegoyen, pp. 254-56. · 46

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