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3ª Unidad: «Cuando el ánima se transforma toda en Dios y gusta abundosamente de su suavidad, nuestro en– tendimiento calla en Dios» (p. 593) . Las dos primeras son ampliadas en una versión que incluye nuevos elementos que les confieren mayor riqueza semántica. Así, el místico andaluz nos dice: «Así, que tenemos dos maneras de callar: la una cesando en nosotros la imaginación y los pensamientos que voltean en nuestra memoria; la otra es un olvido aún de nos– otros mismos, con una total conversación de nuestro hombre interior a solo Dios» (p. 593). La figura de las cosas criadas se graba en la imaginación y en la memoria, de aquí que estas potencias deban cesar en su actividad, para que el alma no se derrame psicológica– mente por el mundo exterior. Esto sólo se consigue mediante una atención a sólo Dios que comporta el olvido de uno mismo. La tercera unidad merece, para Osuna, una explicación del fenómeno transfor– mativo del alma en Dios. Para ello, acude a Ricardo de San Víctor y, basándose en él, nos indica que esto es posible mediante la acti– vidad del entendimiento, en cuanto inteligencia. Ya que «la inte– ligencia pura para mientes a las cosas invisibles invisiblemente, y acata presencial y esencialmente las cosas espirituales- represen– tando delante de sí a Dios, purísimo espíritu» (p. 594). Estas unidades de la doctrina o ideario místico osunista se en– cuentran corroboradas por otras tantas unidades correspondientes al bloque de «autoridades». Así, la primera encuentra soporte en la Sagrada Ecritura; concretamente, en un pasaje de Job: «ahora durmiendo (mi alma) callase; y en mi sueño holgaría con los reyes y cónsules de la tierra que edifican para sí soledumbres» (p. 592; Job 3, 13-14). La patrística, mediante una alusión a San Gregorio, confirma también la doctrina osunista del primer modo de callar que tiene el alma. La segunda unidad queda, a su vez, «autorizada» por el pasaje del evangelio en que María se sienta a los pies de Cristo, mientras Marta se afana con actividades exteriores. Para la segunda versión que Osuna hace de estas dos unidades, utiliza en su confirmación a Ezequiel (1, 25) y, de nuevo, a San Gregorio. La tercera unidad cobra dimensión irrefragable a través de la figura de Moisés y de San Juan. Moisés penetró en la tiniebla que estaba encima del monte, es decir en la oscuridad cegadora por su exceso de luz de la esencia divina. Y Juan recostó su cabeza sobre el corazón de Cristo, gozando de la suavidad de su amor. Ricardo de San Víctor, según se ha indicado un poco más arriba, es quien hace posible, con su reconocido prestigio en la literatura espiritul del medioevo, la explicación de la tercera unidad en su aspecto teórico, mediante la 44

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