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presa, por lo demás, nada fácil, ya que, dado el progreso de la lin– güística moderna, no le sirven los breves tratados «de modis sig– nificandi» medievales ni su Grammatica 8pecu7,ativa correspon– diente 1. La instancia empírica de la ciencia y el acoso de la filosofía analítica del lenguaje a la teología han distanciado a ésta del campo donde le es posible dialogar con aquéllas: la mística. La teología dogmática, al reafirmarse en sí misma, quizás por temor a perder su preeminencia epistemológica o quizás por la autosuficiencia de la posesión de la verdad, se ha colocado en la montaña de un entra– mado intelectual que se ha olvidado· del valle y de ~us raíces propias: su ser «ref~exión» sobre la experiencia de la vida cristiana prove– niente de la fe en. Jesucristo. En realidad, los teólogos de las últimas centurias han mostrado poca sensibilidad hacia ese sector eclesial en el que se da una constante no sólo de 7,a experiencia del misterio de Dios, sino también de su expresión y testimonio. No extraña, pues, que la Iglesia les recuerde eri la Constitución dogmática Acerca de la div-im.a revelación (n. 8) del Concilio Vaticano II, que la -compren– sión, transmisión y progreso de los contenidos de la fe se realizan a través de tres cauces paralelos, aunque desiguales en su dignidad y competencia. En primer lugar, se encuentra el magisterio jerár– quico al que le es. propio la interpretación auténtica de las verdades de la fe y la delimitación de sus fronteras. En segundo lugar, se coloca la reflexión teológica que profundiza en esas verdades, clari– ficándolas y acrecentándolas mediante la especulación y el estudio. Y, por último, está 7,a experiencia de esas mismas verdades, en cuanto son vividas por los creyentes. Y que, en nuestro caso, ad– quieren peculiar relieve en los místicos. La Iglesia recoge en este pasaje las líneas maestras de la tradición espiritual que arranca de los apóstoles, especialmente de San Pablo, y que son expuestas 1 Los puntos de vtista del Tractatus Logico-Philosophicus fueron llevados ~~ las últimas oon~cqenoias, respecto a la meta.física y a la ooolog,ía, pqr el neopositivismo lógico, particularmente por R. Carnap. Pero quien plasmó OCJ(ll toda olarddad la nue,va situación epistemolóica de ila teología fue A. J. Ayer en su alásdco libro Language, Truth and Logic. A. Mac Intyrie, en su New Es¡¡a,ys in, Phil,psop,h,icaL Theof,ogy CLondon 1956), recoge las d!iscusiones susci– tadas en torno a los problemas del conocimiento y explicación de Dios por la filosofía analítica dei lenguaje del comúnmente llamado «último Wittgen– stein». Pe.Ta Ullla ~pliación introductoria, véase en re•laoión con eJ. tema a D. Antiseri., Ftlosofia anaLit~a e s!3,np,ntica qel Zin,guaggio religioso, 2.ª ed. CBresc!ia 1970) 61-117 y a B. Mqndin, 1l prqbLema del Unguaggio teologico da,Ll,'3 origini ad oggi CBresoi.a 1971) 437-60. Un mtent.o de aproximación de la fe a ¡~¡; postqras de la. ciep.ci ¡;i, moderna lo han realizado J. Ladriere, L'articul.ation, dú sens. · Discours scienti,fiql,{,e et p~rok de la foi CP4ris 1970), especialm13nte en 227-41 ó par 1: M. Éochenski, La Lógica de la reUgi9n CBueinos Ai~ 19617') 63c97, e!lltnl otros. . .
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