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haéeil éil la lengua coloquial castellana. U no de los pasajes, en donde se presenta este fenómeno con más claridad, es el del capitulo sexto del décimo tratado que versa sobre la gracia. Después de esta– blecer el sentido de la gracia «gratis data» primera, como «una forma, o don, o disposición, o cualidad o influencia divina que sólo Dios cría en el ánima de sus amigos», volviéndoles agradables o graciosos para El, Osuna se explaya en describirla a través de imá– genes y comparaciones, asequibles a la comprensión popular. La gracia de Dios, así, pasa a ser «flor hermosa del ánima», «pan de cada día», «simiente espiritual», «cuño de Dios en la moneda del alma». Y, por último, la asemeja al «óleo», aduciendo, para ello, razones tomadas de la Sagrada Escritura y del contexto social de la época 51 • Frente a la terminología técnica de escuela, nuestro místico franciscano se presenta como uno de los principales codificadores del discurso místico en lengua romance. Más en concreto, puede ser considerado como el mojón o punto intermedio entre Ximénez de Préxamo y García de Cisneros, iniciadores de dicha codificación, y Santa Teresa de Avila y San Juan de la Cruz, en los que alcanza su consumación y plenitud. A pesar de las dificultades que, según el prólogo del Segundo Abecedario, Osuna experimenta para declarar las cosas místicas, «por la falta de vocablos que importen conve– niencias, relaciones, o maneras de haberse con ellas», a juicio de M. Mir, en el discurso preliminar al Tercer Abecedario, el místico andaluz es uno «de los escritores de mayor copiosidad y abundancia de palabras que ha habido en España» 52 • Esta copiosidad y abun– dancia no permiten, dados los límites de este estudio y su simple propósito de desbrozar el tema, llevar a cabo una labor exhaustiva. Baste, pues, alguna cala en el léxico osunista fijándonos sólo arbi– trariamente en ámbitos muy concretos y determinados. Osuna, en el ámbito de la experiencia mística, deja en herencia el éxito de muchos de sus términos. Así, quietud, tinieblas del alma, aniquilación, acallamiento del entendimiento y del corazón, sosiego, gusto y consolación espiritual, arrobo del alma, desfallecimiento y soledad interior, noche del alma, éxtasis y unión mística con Dios. Nos habla en la oración mental de «no hacer nada, con atención fija y sutil en solo Dios» y nos presenta al alma como un «castillo interior» en cuya sala más secreta se desposa con su Señor. El co– razón tiene forma triangular, residiendo en cada uno de sus ángulos 51 T AE 346-51. 52 La cita de M. Mir está tomada de la introducción de Melquíades Andrés a su reedioión del Tercer Abecedario, p. 29. 36

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