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Teniendo en cuenta este aviso del místico franciscano andaluz, la segunda parte de este estudio, relativa a la «expresión de la ex– periencia de la oración de recogimiento», únicamente adquirirá sig– nificado y la comprenderán aquellos investigadores que estén auto– implicados en la misma. II.-EXPRESION DE LA ORACION DE RECOGIMIENTO EN F. DE OSUNA Una de las ideas que obsesionaron, en cierto período de su vida, a L. Wittgenstein fue la del embrujo seductor que el lenguaje ejerce sobre el hombre. El lenguaje, en efecto, a la manera de un presti– gitador o ilusionista consigue fascinar al hombre con el «juego de la designación» hasta el punto de impedirle ver la diferencia exis– tente entre el mundo de la palabra y el mundo de la realidad. Las palabras designan las cosas. Pero, al tener ellas mismas consistencia propia fónica y significativa pasan a ser también «cosas». Y entonces, en virtud del juego de la designación, unas cosas -las palabras– se utilizan en lugar de otras cosas -las entidades del mundo--. Fá– cilmente se produce, en estas condiciones, la identificación de las palabras con lo que ellas designan. De este modo, el lenguaje dis– fraza y enmascara la realidad. Algo semejante podría acontecer con la expresión de la oración de recogimiento y la experiencia mística de Dios que comporta. Ex– presión y experiencia son dos regiones ontológicas autónomas, cada una de las cuales está constituida por elementos propios y especí– ficos. Ningún elemento expresivo, en cuanto tal, pertenece al campo de la experiencia y ningún elemento empírico, de por sí, es esencial– mente expresivo, aunque ambos puedan ser dato de análisis en sus respectivas regiones ontológicas. Entre estos dos mundos autóno– mos, sin embargo, existe una relación entrañable, la significativa. El mundo expresivo significa el mundo de la experiencia. Se hace signo de ésta, configurando con ella una relación irreversible en· la función de sus términos, ya que la experiencia nunca podrá ejercer la fwnción de sig,w para el lenguaje. Vistas las cosas desde esta perspectiva, el lenguaje ni enmas– cara ni disfraza la realidad. Sencillamente, la significa según la doble dimensión que todo signo posee. La palabra orienta a quien la escucha hacia una determinada realidad y, además, sustituye a ésta en el ámbito lingüístico. Es decir, la re-presenta o la vuelve a 31

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