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la pasión, y en olvidando a Dios, el ánima no tiene tanta fatiga» 39 • El demonio trata, pues, de que el alma no disfrute aquí de Dios, al tener que salir a combatir sus distracciones exteriores. La pasión se amansa, es verdad, pero a cambio de rebajar la atención fija en solo Dios, de que antes gozaba el alma. La realidad profunda de la experiencia y de las experiencias concomitantes en la oración de recogimiento presentan una mani– festación externa fenoménica que, en cuanto saca hacia afuera lo que estaba retenido y oculto, es designada por Osuna con el término de «salidas». La oración de recogimiento sale en una suerte de epi– fanía y se muestra a los ojos de los demás, recibiendo de éstos una interpretación equivocada o justa. A este respecto, nos encontramos con «salidas buenas» y «salidas malas». Y, de este modo, las salidas se convierten en criterio o piedra de toque para discernir la verda– dera oración de recogimiento de aquella otra que va, como la de los alumbrados, por caminos erróneos. Entre las «salidas buenas», que son las que interesan, las hay corporales y espirituales. Estas últi– mas, a veces, consisten en voces y gestos exteriores. «Las voces son unas maneras de gritos agudos muy sonables y penetrativos, y que no se determinan a palabra alguna, porque no proceden de la vo– luntad del hambre, ni se dan estos gritos a drede, ni vienen sobre– pensado, sino por una manera de sobresalto y un alarido que se levanta del corazón, que no lo pueden los tales evitar ni aún detener después de comenzado» 40 • Hasta aquí, la experiencia mística de la oración de recogimiento ha sido analizada en su realidad profunda y en su manifestación fenoménica externa. Francisco de Osuna, sin embargo, nos pone en guardia contra los que no la han puesto en práctica y, por ello, niegan su existencia o la denigran. Aparece, de este modo, el aspecto auto-implicativo del discurso místico. En este sentido, nuestro fraile franciscano menor es reacio a hablar de estas cosas con gente que no las practica. Porque, «cuando se manifiesta a personas que nunca tuvieron experiencia en las cosas espirituales, ni saben qué .cosa son; si les dicen alguna revelación, piensan ellos que es sueño; y si les hablan de la gracia que se siente en el corazón, creen que es algún humor que allí se congela; y así por su bajo entender reducen todas las cosas a la tierra, de la que no saben salir» 41 • 39 Op. cit., 577. 40 · Op. cit., 328-29. 41 Parece, como si Osuna, aillticipándose unos sigilos, nos estuviera des– cmibiendo el monopolio cientifüco de fa eX!periencia que se apropian moder– namente el neopositivismo y el empirismo en sus dimensiones más radicales. Ver TAlE, 443. 30
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