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el que la padece no se puede consolar «ni en poco ni en mucho». Contrastando, pues, con su quietud y su estar sin pena alguna se da un oscurecimiento del alma que pone luto 0n lo de dentro y des– fallecimiento en lo de fuera. Osuna describe este estado gráfica– mente: «suelen algunas personas que esto tienen, sentir o ver con los ojos del ánima una manera de sombra o niebla o humo que des– ciende sobre la cabeza, de la cual se les causa temor no conociendo qué cosa sea. Y trabajan por lo desechar como cosa impecible, di– ciendo que es fantasma; y esto suele acaecer de noche y de día, a lo claro y a lo oscuro, porque como pase en el ánima principalmente, la luz y el lugar corporal o las tinieblas de la noche no le hacen impedimento» 37 • Según el místico franciscano, esta tristeza es la mejor de todas y la causa Dios en el ánimo «sin que alcancemos enteramente las raíces de ella». De modo similar a las lágrimas, también aquí, cada una de estas tristezas es atribuida a cada uno de los grados de recogimiento en que se encuentran los ejel'.citantes. Así, el dolor de contrición es propio de los que comienzan; la pena por haber perdido el gusto y la consolación espiritual conviene a los aprovechados y la tristeza, descrita en último término, compete a los perfectos 38 • A esta atmósfera o medio vital de la oración de recogimiento, para que su descripción sea completa, hay que añadirle el aire de alabanza que se respira en su ambiente y el peligro seductor de las tentaciones. En el hombre recogido auténticamente, se da como un hábito anímico interior de acción de gracias a Dios que se le derrama por los 7,abios y del que no le es posible prescindir, porque «barrunta ser amado por Dios». No extraña, pues, que su estado de alma, agradecido, alegre, pletórico de la experiencia de la suavidad de Dios, sea objeto de tentaciones. Osuna describe el proceso psico– lógico de éstas y sus múltiples engaños y seducciones. Pero de modo particular hace referencia a una que afecta, en ocasiones, a la ora– ción mental y que él denomina «tentación carnal sin pensamiento». El demonio la utiliza sólo con los muy allegados a Dios y cuando ve que no saca triunfo alguno ni provecho con las de otra índole. La «tentación carnal sin pensamiento» sobreviene al varón reco– gido, precisamente, cuando está con más fervor y más aparejado para recibir gusto y consolación espiritual. Y «lo que induce a admiración es que estas tentaciones no vienen con tropel de pensamientos, ni se acuerdan entonces de mujeres, ni de cosa de lujuria sino que derramándose la memoria a cualquier vanidad que sea, se amansa 37 Op. cit., 431-32. 38 Op. cit., 433. 29

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