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y que yo disminuya». La humildad es hermana de la magnanimidad, pues tiende con ésta a levantar el espíritu humano hacia las e.osas sublimes de Dios. El rasgo que la caracteriza positivamente es que el hombre humilde atribuye cuanto de bueno hay en él a Dios. Y lo considera como «don por encargo del cual ha de dar cuenta». En exclusiva propiedad el hombre únicamente posee sus propios defectos y pecados. Por ello, el verdadero humilde, el auténtico recogido, sufre en sus ojos que se los digan y ama oírlos, porque huelga en su enmienda. Incluso, ruega que se los muestren, para posibilitar así su corrección. Sentado a las puertas de la misericordia de Dios expe– rimenta una gran confianza, serenidad y alegría interior, porque, como el publicano del evangelio, se siente justificado 33 • La humildad lleva, como de la mano, a una situación psicológica de alegría y de consuelo y de gusto espiritual. Dios ama al que se da alegremente. Y, aunque el hombre recogido puede procurar un ánimo jovial en virtud de una conciencia limpia, no tiene éste com– paración alguna con el gozo infundido por Dios en el alma. Osuna, después de justificar que la consolación y el gusto espiritual pueden ser deseados y son en sí mismos buenos, señala que proceden de la esperanza del perdón y producen en el alma una suavísima de– lectación del bien y gusto de la sabiduría. Acontece que estando el varón recogido, pletórico de esta alegría y gozo espiritual, no puede impedir su manifestación externa. Aunque en ocasiones no lo desee e intente evitarlo, realiza gestos y movimientos corporales que lla– man la atención de los no entendidos que los toman por extrava– gancias 34 • 33 «Puse ,ta.mbdén aquí ca.pftulo de humildad, porque esta virtud se pa– rece mucho al recogimi.ent.o; en taJ. m:anera que cuasi poc una booa digan aquello de San Juan «A El conviene crecer, y a mí ser disminuido».. « ... Has de saber que ia humMdad y la magnanimidad son hermanas y compañeras tan qu,e;ridas, que no se halila la una sdn la otra». «Ca el humdJ.de nunca se :m!ira sino desnudo como nació, sin virtud, sin mérito, sin cosa. buena,. !igno– rando s1 es digno de odio o de amor; y s:i ve en sí algo, ,pues Ja humildad lo da todo a cuyo es, mira como ropa prestada lo que posee». «A la puerla de la misericordia se aslienta el hurn.Hde con gran confdianza, y no osa entrar dentro con los presuntuosos, po:rqu,e aún no se juzga digno de •ser orído». TAE, 535, 537, 548 y 550, respectivamente. 34 «Por tres maneras principalmente se puede desear la OOilS()llación espirituaJ. Lo pl1irn.ero deseándola con aborrecimiento de Dios; y de esta ma– nera, la desean los que están en loo inf1ern.os , y de esta rn.anell"a también solemos nosotros desear bienes de nuestros enemigos. La segunda manera es deseándola por sí misma, sin la ordenar a otra cosa ·alguna, sino que absolutamente La desea gustar, como deseaJD.os comer uvas tempranas o alguna fruta nueva. La tercera razón porque se desea es porque así despierte nuestro amor, y con más en:tJriañas lo amemos y s1gamoo toda virtud, :habiendo sido combatidos por el fruto de ella que gustamos~, TA!E; 381-82: Cf; también 425 y 328. . . 27

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