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qtié padecía escrúpulos a la hora de pronúllciar las palabras de la consagración en la Eucaristía; el de hombres de edad que se dirigían espiritualmente con gente joven, pero experimentada, o, por último, los mercaderes de grandes negocios y haciendas que, dejando el cuidado de éstos a sus empleados o deudos, vacaban durante cierto tiempo a la soledad 9 • En este mundo descrito, compuesto por terceras personas, neu– tro y desobjetivizado, es en donde aparecen y se hacen asequibles las experiencias místicas de la oración de recogimiento. ¿En qué consiste ésta? ¿Cuáles son sus fundamentos? ¿Cómo se alcanza y qué tipos de tentación acechan a los que en ella se ejercitan? ¿Qué frutos la acompañan? 2. LA EXPERIENCIA MISTICA EN LA ORACION DE RECOGIMIENTO Autores, como Miguel Mir o Fidele de Ros, achacan a los Abece– darios Espirituales falta de sistematización y de lógica interna. Melquíades Andrés, más benévolo, se esfuerza en su introducción a Ja edición príncipe del tercero de los Abecedarios por mostrar cómo se da en el desarrollo de los mismos una coherencia interior que obedece a un plan determinado, expuesto no con todo rigor, pero sí con cierto método 10 • Nuestro estudio, en línea con la orientación señalada de Melquíades Andrés, busca una clave hermenéutica que ordene y que clarifique el aparente puzzle con que en su forma expo– sitiva se presenta el Tercer Abecedario. Y cree haberla encontrado en algo que la obra supone y que es de carácter previo. Algo que sólo se hace patente en el Tercer Abecedario como de pasada y de modo casi furtivo. A este hallazgo, nos han ayudado las palabras con que L. Wittgenstein explicaba el propósito que le había movido a confeccionar su Tractatus Logico-Philosophicus. El pensador aus– tríaco afirmaba, en las páginas introductorias de éste, que su obra constaba de dos grandes partes. Una era la escrita; otra, la que es– taba sin escribir por ser inefable. La primera parte había sido es– crita, precisamente, para mostrar cómo no era posible decir con sentido nada de la segunda. Algo parecido sucede con el Tercer Abecedario, aunque en dimensión distinta y en orden inverso. Aquí, «lo oculto», lo que es «inefable» es lo que se presupone, lo que se 9 Para el verbo ver: 270, 293, 438. El vierbo decir en 301, 302 y 470. El verbo oír se presenta sólo en 2fJ'l. . 10 Fidele de Ros, op. cit., 413 y M. Andrés, en la introclucción- general a su reed:ioión del Torcer Abeoodario, 32. 14

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