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442 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA, O. F. M. CAP. henchirlo, demasiado débil para dirigirlo. De aquí ese vacío inllenable que motiva tantos conflictos sociales, políticos e internacionales. Ellos son muestras patentes de ese vacío que suscita incontables esfuerzos, muchos de ellos desordenados e ineficaces, para colmarlo. Son necesarias, por tanto, unas reservas de energía moral. Proclamamos, concluye Bergson, que la mística reclama una mecánica. Y añadimos ahora: "le corps agrandi attend un supplement d'áme" 36 • De este fino análisis bergsoniano lo más de destacar es la última sen– tencia, recogida por el Papa actual en uno de sus mensajes 37 • Señala la ruta a seguir en este momento histórico, que pudiéramos declarar feliz en su mecanización si fuera capaz de impregnar de espíritu las grandes dimen– siones conquistadas por la máquina. La máquina sin espíritu enrarece nues– tro ambiente hasta la asfixia. La máquina al servicio del espíritu podría trocar el mundo en una antesala de la eterna dicha. Desde esta última frase quisiéramos acercar nuestro mundo técnico .1 San Buenaventura. Ciertamente que éste no ha previsto el desarrollo de la máquina. Pero sí se ha ilusionado con que el mundo llegue a anticipar de alguna manera lo que esperamos. En un pasaje del Soliloquium habla de hacer "de hoc exilio quoddam suburbium caelestis regni" 38 • Esto sería la más excelsa meta para nuestro vivir en la tierra. Al llegar aquí nos atrevemos a formular este argumento en forma casi escolástica. En él resumimos nuestro pensamiento sobre el problema. Si la máxima exigencia de nuestra civilización consiste en hallar un suplemento de alma, y si el franciscanismo es primariamente alma, espíritu, se sigue que el franciscanismo tiene que decir una palabra de máxima ca– lidad al hombre de hoy. Por lo que hace a San Buenaventura tenemos que observar que en este punto recoge ya una tradición espiritual. No es fuente de donde brota ese espíritu. Es un elevador para que el agua de la fuente alcance altos niveles intelectuales. Creo que en este momento nos hallamos ante una conclusión que se im– pone a toda mente reflexiva. San Buenaventura embalsa en su gran obra literaria el rico venero de la más alta espiritualidad franciscana. Si se le ha 36 Les deux sources, en Ocurres. Edition du Centenaire, París, 1963, p. 1.239. 37 PABLO VI. Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, trad. españ. de Ecclesia, 23 enero 1965, p. 10. 38 Soliloquiunz, c. 4, n. 4 (Op. O.), t. VIII, p. 57 b.
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