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SAN BUENAVENTURA Y EL HOMBRE ACTUAL 441 IV. EN BUSCA DE UN "SUPLEMENTO" DE ALMA Terminamos de ver cómo el gancho de la tenaza, que bajo pretexto de justicia amenaza hoy al hombre, puede ser roto por las ingentes fuerzas del amor. Veamos ahora qué método seguir para anular la fuerza del otro gan• cho que se apoya en los poderes de la técnica con peligro de asfixiar la mejor vida del hombre. ¿Será ineludible el que la técnica conduzca inelu• diblemente a un tecnicismo despersonalizador? Muchos pensadores de este siglo se han preocupado de este problema. Elegimos para nuestro análisis a H. Bergson. Mente iluminada y de una serenidad imperturbable ha abordado esta cuestión cultural en la última de sus grandes obras: Les deux sources de la morale et de la religion. La última sección lleva este título significativo y programático: Mecaniq11e et nzystique. ¿Pero es que tiene que ver algo la mecánica con la mística, la máquina con el espíritu? Pues sí, dice Bergson. Puede darse entre ellas tensión y sofocamiento y puede darse una actitud que facilite la plenitud del vivir humano. Protesta en primer término el filósofo francés que se haya acusado a la ciencia de haber inventado incontables necesidades falsas y de no haber satisfecho las primarias exigencias del vivir humano, tales como el hambre y la carestía. Pero ello, razona el filósofo francés, no se debe al espíritu de invención como tal. Este tiene un signo muy distinto. El hombre sería incapaz de elevarse por encima de la materia si un potente armazón técnico no le sirviera de punto de apoyo para elevarse sobre ella. En este sentid.e hay que afirmar que la mística reclama la mecánica. Sin embargo, es muy de lamentar, sigue razonando Bergson, el que la mecánica haya sido lanzada por una vía en la que prevalece el lujo de unos pocos en detrimento de la liberación de todos. Impresionados por este fra– caso, que es de suyo accidental al maquinismo, no vemos a éste en lo que debería ser por su más profundo sentido. Cuá sea este sentido Bergson lo explica con este razonamiento. Si nuestros órganos son instrumentos naturales, nuestros instrumentos o má– quinas son órganos artificiales. La herramienta del obrero prolonga su brazo. Del mismo modo que la humanidad amplía sus posibilidades con los artefactos técnicos. En estos artefactos la humanidad ha tenido una coyuntura única, su más grande éxito material sobre el planeta. Pero, ¿qué ha sucedido? Que en este cuerpo, desmesuradamente agrandado con los poderes de la máquina, el alma se ha quedado demasiado pequeña para
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