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440 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA, O. F. M. CAP. El Bien se da y se difunde. En el capítulo sexto del ltinerarium asisti– mos al proceso mental por el que deduce de este principio la donación ine– fable que tiene lugar dentro del misterio trinitario. En otros pasajes, comentando la expresión agustiniana: "quia bonus Deus sumus", ve la creación entera como un don de Dios 32 • Y ya dentro del cuerpo estructural de las virtudes nos hace ver que la caridad, el nom– bre teológico que ha tomado el amor el amor cristiano, enlaza y aglutina a todas. Dice así: "La caridad es la raíz, forma y fin de las virtudes, pues las une todas con el último fin y las ata entre sí como una haz simultánea y ordenadamente, y es, por lo tanto, el peso de la ordenada gravitación del alma y lazo de perfecto conjuntamente, que guarda el orden debido respecto de los diversos objetos que se deben amar tanto afectiva como efectivamente, y conserva la unidad en el hábito en cuanto se endereza a un sólo fin y no tiene más que un sólo y principal objeto amado, que es la razón de amar respecto de todos los demás objetos que están llamados a formar por el lazo del amor que los conjunta un sólo Cristo místico" 31 • La realización del Cristo místico es la cumbre a donde conduce la vi– sión bonaventuriana del amor. Este amor ha sido definido por el santo: "vis liberaliter diffusiva" 34 • Una fuerza que impulsa a darse en plena libe– ralidad. Y halla en el martirio por el hermano su plenitud. San Buenaven– tura recoge la palabra del Apóstol: "Ego libentissinze impendam et supe– rimpendam ipse por animabus vestris. Y las comenta con estas palabras: "Este es el término y grado supremo de la perfecta caridad, sin cuya con– secución nadie puede considerarse perfecto" 35 • Desde estas profundidades teológicas y metafísicas San Buenaventura nos recusa el apólogo del lobo y la madre. Nunca esta tirará al lobo a su niño llorón. La abnegación de su cariño va mucho más allá que esos llori– queos fastidiosos. El amor supera aquí siempre los deberes de la estricta justicia. San Buenaventura nos enseña igualmente a superar nuestros anhe– los de justicia desde las alturas del amor cristiano, del amor de caridad. Este es el camino franciscano para hacer triunfar la justicia. El camino que vivió San Francisco y pensó el doctor Buenaventura. 32 II Sent., d. 1, pars II, dub. I (Op. 0.). t. II, p. 51. 33 Breviloquium, pars V, c. 8, n. 5 (Op. O.), t. V, p. 261 b.----Recomendamos sobre este tema el estudio de PETER D. FEHLNER, The mle of charity in the Ecclesiology of st. Bonaventure, Rome 1965. 34 Apologia pauperum, c. 4, n. 2 (Op. O), t. VIII, p. 252. 35 De triplici via, c. 2, n. 8 (Op. O.), t. VIII, p. 9 b.
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