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438 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA, O. F. M. CAP. El apólogo dice cuanto se podría exponer sobre las relaciones de la justicia y el amor. Son muchos los que piensan que sólo son eficaces los caminos del amor para que la justicia llegue a pleno cumplimiento. Un ejemplo a alto nivel político lo ha dado en la India el Mahatma Gandhi. Levantó la bandera tan cristiana, aunque él no lo era, de que todos los hombres son hermanos. Y desde su hondo sentido de la fraternidad y con los métodos de la resistencia pasiva a la injusticia dió eficacia a su men– saje y libró a su país, tan apto para lucha social, de guerras intestinas entre las castas. Por otra parte, al camino seco de la justicia se le hacen muchos repa– ros. Uno de ellos -no el menos grave- tomado de su misma entraña. La justicia es realización de lo justo. Pero se considera justo, y con vigencia de tal, lo determinado por la ley. Ahora bien; los filósofos del derecho dis– tinguen entre legalidad y legitimidad. Pues se advirte que muchas veces no todo lo legal es legítimo, es justo. Pero como en la praxis de la vida se tiende a identificar lo legal y lo justo, de aquí el que la justicia legal acabe muchas veces arropando enormes injusticias. Es cierto que la distinción "de jure condito" y "de jure condendo" abre la puerta a una constante revisión de las leyes que determinan lo que es justo. Pero ello no resta valor a la observación histórica de que la justicia legal muchas veces se ha vestido con la injusticia. A este motivo histórico debemos añadir una motivación psicológica. Nuestra propia conciencia nos testifica que cuando razonamos desde la mera justicia percibimos en lo íntimo de nuestro pensar una ineludible in– clinación a fijarnos sobre todo en nuestros derechos. Nuestra justicia fácil– mente la coligamos con nuestro egoísmo. De aquí lo sensibles que somos cuando se vulneran nuestros derechos y lo remisos en cumplir nuestros deberes.· Esto, que vale a nivel de conciencia individual, acrece su unilateralismo y peligrosidad en función de grupo, clase o nación. De donde esas guerras que han atormentado a la humanidad y en las que los combatientes de uno y otro bando creían luchar a favor de la justicia. ¿No nos dice todo esto que el seco camino de la justicia puede ser muy largo para verla definitivamente triunfar? Ya una reflexión clásica de Aistóteles nos pone en otra pista muy di– versa. En su Política hace notar que el buen gobernante pone su mirada

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