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SAN BUENAVENTURA Y EL HOivlBRE ACTUAL 437 todas partes se aspira a una justicia mayor, se desea una paz mejor asegu– rada en un ambiente de respeto mutuo entre los hombres y entre los pueblos" 29 • El problema hoy día no es tanto hacer sentir este hondo anhelo de justicia, ahogado indudablemente en otros momentos históricos, cuanto hallar los caminos para que la justicia de hecho triunfe en el mundo. Nuestra tesis señala uno que juzgamos de los más eficaces: el modo de ser franciscano, "forma vitae" en San Francisco y "farma mentis" en San Buenaventura. San Francisco vive una plenitud de amor que es el sendero que abrevia los largos caminos de la justicia. Esta llegará fácil– mente a plena vigencia cuando sea "superada" en el amor. Entendemos aquí la palabra "superada" en el sentido fuerte que tiene en la filosofía moderna a partir de Hegel. Queremos decir con ello que el amor no des– virtúa las exigencias de la justicia, sino que la "supera" por cuanto incor– pora lo mejor de ella para transformarla en una relación más honda y más plena. Un sencillo apólogo sensibiliza esta problemática de las relaciones entre la justicia y el amor. Sirva también de descanso en el viaje que estamos haciendo por este empedrado de conceptos filosóficos. Sucedió, pues, que un lobo muy de mañana salió de su madriguera a la caza del bocado del día. Al pasar por delante de una vivienda oyó al ama de la casa amenazar a su hijo llorón: "Mira que si no te callas te echo al lobo". Y como no se callaba el niño, el lobo se quedó allí plantado todo el día, esperando llegara su momento. Pero he aquí que a la caída de la tarde la madre, muy enfadada pero al mismo tiempo muy melosa, arropa a su pequeño y se lo lleva a la cunita de dormir. El lobo regresa cabizbajo a la guarida. Le espera la lobezna que le reprocha su fracaso en la cacería. "Tonto de mí, le replica el lobo. Por haber hecho caso de los regaños de una madre". Podemos imaginarnos en hipótesis que la madre pudo haber arrojado al lobo a su niño demasiado cargante. Entonces hubiera cometido un gra– vísimo atentado contra la justicia debida a su hijo. Por fortuna para la humanidad todos sabemos que, al menos hasta hoy, ha sido más que rara la madre que ha fallado en sus deberes de justicia. El tierno cariño ma– terno supera en mucho en sus deberes de justicia, viviendo en una comuni– dad de amor que tantas veces ha llegado hasta el heroismo. 29 Trad. españ. en Ocho grandes mensajes, B. A. C., 1972, p. 496.

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