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En América Latina la Iglesia se ha cons– tituido en el último baluarte de la defensa de la vida humana y de su libertad de expresión de estas mayorías marginadas y oprimidas. Si la Iglesia calla, con su silencio no hará otra cosa que colocarse al lado de los opresores, legitimando sus métodos, su pecado e idola– tría, y desamparando a aquellos a quienes Je– sús prometió el Reino de Dios (Le 6, 20). Trai– cionaríamos el sentido fundamental de nues– tro ser Iglesia de Cristo. Mons. Romero fue la encarnación práctica de este modelo de Igle– sia, auténtica respuesta a la realidad de su pueblo. Por eso lo mataron. Porque se prefie– re una iglesia burocrática, recluida en dimen– siones trascendentes, que permita así la conti– nuidad de un sistema de explotación y depen– dencia, con el pretexto de que ese espacio te– rreno no es de incumbencia eclesial. América Latina necesita una iglesia profé– tica, que sea palabra de Dios para la situación que está atravesando. Y aquí está el nudo de la cuestión. No todos captan las necesidades de este pueblo. Se mira a la iglesia de otras latitudes, se copia su estilo, su cultura, su res– puesta. Hay un grave error de perspectiva. Se cree que puede haber fidelidad a Dios y a la jerarquía eclesiástica sin fidelidad al pueblo. Cuando hablamos en América de una iglesia popular o una iglesia de los pobres, no cues– tionamos en lo más mínimo el origen de lo Al– to, la proveniencia del Espíritu. Lo mismo que cuando invocamos al Dios de los pobres, no negamos ni lo contraponemos al Dios trascen– dente y eterno. La Iglesia de los pobres no es antagónica a la iglesia jerárquica, sino una no– ta tan esencial como la misma jerarquía. La jerarquía latinoamericana ha hecho su propia teología que brota de la espiritualidad que viven los pobres. No es una teología con– tradictoria con la escolástica, sino comple– mentaria. Es la teología que responde a nues– tra relidad , y que tiene también una palabra que decir en la comunión de todas las iglesias. Agradece la corrección fraterna del peligro de ideologías extrañas al Evangelio, y marcha ha– cia su madurez en medio de las contradiccio– nes del mundo. Una señal de su autenticidad le viene del martirio de tantos cristianos hu– mildes, y de muchos de sus pastores que sella– ron con su sangre la fe inquebrantable en el Dios que oye el clamor de los oprimidos y que resucitó al crucificado, garantizando su mi – sión divina. Otra señal de autenticidad se descubre en la persecución descarada de los poderes de opresión, favoreciendo los movimientos caris- 286 máticos por su carácter espiritualizante, con– tra una teología de la liberación comprome– tida con los desclasados; apoyando la filtra– ción de sectas no católicas para fomentar la desorientación y la división; y poniendo en marcha el "Instituto de Religión y Democra– cia" que tiene trabajando a un grupo de teó– logos mercenarios para tildar de comunista y herética la genuina tendencia liberadora que brota del Evangelio y del corazón de los hu– mildes. La Iglesia latinoamericana está sufriendo en carne viva su viernes santo: porque sus po– bres -más allá de toda metáfora- se mueren físicamente; porque muchos, como Pedro, nie– gan reconocer en esas piltrafas humanas a Cristo Salvador; o los dejan solos a merced de las fuerzas satánicas del Capital, con la ex– cusa de que tales marginados han quebranta– do el sábado o blasfemado el nombre del Se– ñor. En fin, la Iglesia latinoamericana se sien– te, en la agonía de la cruz, abandonada de Dios, por las personas de su propia jerarquía y la de otras iglesias, en connivencia con los poderes económicos, políticos y militares. "Que se salve a sí misma, si es hija de Dios", oye que le gritan en medio de su soledad. Pero los cristianos de este Continente ul– trajado podemos decir con Pablo: "Nos senti– mos animados en las pruebas, sabiendo que de la prueba resulta la paciencia, de la paciencia la fe firme, y de la fe firme brota la esperanza, que no falla" (Rm 5, 2-5). No fallará nuestra esperanza de vivir para siempre como herma– nos, nunca más esclavos, hijos del Padre que está en los cielos. BIBLIOGRAFIA Ricardo ANTONCICH, Los cristianos ante la in¡usticia. Proyección cristiana, Lima, 1983. Hugo ASSMANN (Ed.), El ;uego de los reformismos fren – te a la revolución en Centroamérica. DEI, San José de Costa Rica, 1981. Eduardo BONIN (Ed.), Espiritualidad y Liberación en América Latina. DEI, S. José, 1982. Fernando CARDOSO y Enzo FALETTO, Depedencia y desarrollo en América Latina. Siglo XXI, Buenos Ai– res, 1974. Equipo EXPA, En busca de la tierra sin mal. Indo-Ame– rican Press Service, Bogotá, 1982. Ricardo FACCI, Los pobres: opción de la Iglesia Latino– americana. Ed. Paulinas, Buenos Aires, 1982. Eduardo GALEANO, Las venas abiertas de América La– tina. Siglo XXI, México, 1971.

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