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ejército, que debería defender la libertad de la patria, se convierte en ejército de ocupación, subordinando todos los factores al militar por razones de seguridad. Estos militares son anti– democráticos y de tendencias totalizantes, lo que se agrava porque buscan su justificación en el pensamiento católico conservador, y eti– quetando, sin más, a las fuerzas católicas pro– gresistas de filtración comunista. Los gastos en armamentismo acaparan los presupuestos nacionales, siendo los pobres los que sufren las consecuencias. En 1984 se gas– taron en el mundo 800 mil millones de dóla– res en armas. Para 1986 Estados Unidos prevé el gasto de 320 mil millones en armas, y Ru– sia otro tanto. Cada uno de estos países en es– te solo capítulo gastan lo equivalente a toda la deuda externa latinoamericana. Y lo cho– cante es que el 70% de estas armas van a pa– rar al tercer mundo. Sí, tristemente es verdad que los pobres gastan más de lo que ganan porque todas esas armas quienes las pagan son los países pobres como América Latina. Sí, es verdad que los pobres se vuelven violentos. El Capitalismo in– ternacional suscita guerras fronterizas para dar salida a ese stock de armas convenciona– les y obsoletas antes que se oxiden, y hacen pelear a Argentina y Chile, Ecuador y Perú, Nicaragua y Honduras... Tristemente los pobres no pueden pagar esas deudas enormes. Y los países acreedores se alegran de que no les paguen, porque el co– bro de los intereses es una fuente permanen– te de riqueza. Si los países pobres pagaran el capital que adeudan , se les moriría la gallina de los huevos de oro al Capitalismo interna– cional. Es un círculo vicioso, una tela de araña que atrapa como moscas a estos países indefen– sos y a quienes se les va chupando la sangre poco a poco. Nuestra conclusión es sencilla: La culpa de la pobreza no la tienen los pobres, sino el Capitalismo en sus diversas formas y tentácu– los. La culpa la tienen los ricos. II. Lectura teológica Hemos resumido lo que los especialistas en ciencias sociales y económicas han detec– tado sobre nuestra realidad latinoamericana. Pero nos interesa mucho más saber lo que dice Dios. El proyecto de Dios desde las primeras páginas del Génesis aparece claro: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gn 1, 26). Sustantivamente es un proyecto antro– pológico; extensivamente es un proyecto teo– lógico. Porque de lo que se trata es de hacer lo humano, y cuando lo humano llega a su ple– nitud, sin dejar de ser humano, se comienza a ser divino. El riesgo de afirmar lo divino a cos– ta de lo humano es inherente a toda tenta– ción: "Serán como dioses" (Gn 3, 5). Construir lo humano. ¿cuáles son los ras– gos característicos de lo humano? El primero es que el hombre viva, que disfrute de la VI– DA Aunque sea pecador, Dios quiere que el hombre viva (Ez 18, 23). La vida es un don gratuito, es don de Dios, porque El es el Dios de la vida. Pero, ¿qué constatamos? El Capitalismo quiere la muerte de los pobres, porque son mu– chos, porque trabajan poco y consumen más de lo que ganan, porque se vuelven violentos y viciosos. Exigen la muerte, la pena de muer– te. El Capitalismo no está en la dinámica de Dios. En segundo lugar, Dios quiere que sea vi– da de HERMANOS . La ley de la hermandad es el amor, y no un amor platónico, sin com– promisos temporales e históricos. Una frater– nidad como Dios quiere es una confraterniza– ción, es compartir, es sentirse a una misma mesa. Es superar el egoísmo, el acaparar, el capitalizar. "Es querer para los demás lo que quieres para ti" (Mt 7, 12; Le 6, 31). El Capitalismo es la negación práctica de la hermandad. Podrá dar limosnas, pero nun– ca habrá una donación personal, dar de su propia vida, como la viuda que dio lo que ne– cesitaba para vivir (Me 12, 44). El Capitalis– mo no está en la dinámica de la fraternidad. En tercer lugar, Dios quiere que sea una vida en LIBERTAD. En términos sociopolíti– cos diríamos que es exigencia de una vida de– mocrática auténtica, en que se respeten los de– rechos personales y de los pueblos a la liber– tad de expresión, de asociación, de disentir; a participar en el gobierno ; a trabajar, a des– cansar. Pero ya hemos visto las tendencias an– tidemocráticas y totalizadoras de los regíme– nes militaristas, de cualquier signo que sean. Con pretexto de defender los derechos divi– nos, se conculcan los derechos humanos. No estamos en la dinámica del Reino de Dios, si– no en el sentido contrario. El quiere dar vida, hermandad, justicia, libertad, y el Capitalismo propugna la muerte, la desigualdad, la opre– sión. Los regímenes socialistas totalitarios en la práctica caen en las mismas contradiccio- 283

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