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Estas Compañías llegan a controlar el ca– pital, la tecnología, los mercados e incluso la ideología, porque no sólo venden productos, sino cultura, sustituyendo los patrones cultura– les propios por otros ajenos al propio pueblo. De este modo una proporción cada vez más vasta de trabajadores se va volviendo innece– saria. Se trabaja poco porque el sistema elimina la mano de obra, creando desempleo y subem– . pleo. Los países se empobrecen y la deuda ex– terna crece en proporciones alarmantes. Hoy la deuda externa de los países de América La– tina llega a la cantidad de 350.000 millones de dólares, lo que significa que cada latino– americano está debiendo mil dólares. Ante estas cifras uno reconoce que en cier– to sentido gastamos más de lo que ganamos, como dice el Capitalismo, es verdad, pero pre– cisamente por culpa de las grandes transnacio– nales que pagan poco y crean artificialmente necesidades innecesarias (valga la contradic– ción) promoviendo un consumismo desorbita– do. Porque además de las cosas necesarias, nos hacen comprar y pagar cosas supérfluas, incluso perjudiciales (alcohol, tabaco, drogas, armas) y el colmo de la explotación: pagar co– sas que no compramos, porque tenemos que pagar la burocracia y la publicidad de los pro– ductos, que se incluye en los precios de lo que se adquiere. Si se acude al FMI, las condiciones que impone a los gobiernos son tan onerosas, que supone un empobrecimiento aún mayor. El pueblo se ha rebelado contra estas exigencias, como ocurrió en Santo Domingo, con un ba– lance de 70 muertos. Alguien escribió: "La deuda externa se tiñó con la sangre del pue– blo". No se requiere ser marxista para creer que los problemas que nos afligen se deben a un sistema económico internacional que favorece a los países ricos. Se ha estructurado un régi– men de dependencia que impide la libertad y autonomía de los países del tercer mundo. Se trabaja poco por el desempleo crecien– te, pero se trabaja mucho porque hasta la mu– jer y los hijos tienen que lanzarse a la vida para encontrar de qué vivir. Las consecuencias funestas del Capitalis– mo: desempleo, hambre, deuda, pobreza, etc...., no son debidas a causas extrañas al mismo Ca– pitalismo, sino que cuanto mejor funciona és– te, más desempleo y pobreza ocasiona a su al– rededor. Los pobres se ven necesitados a ven- 282 der lo que les ha costado mucho por cantida– des irrisorias que les da el Capitalismo. Lo canta el romance popular brasileño: "E vende o seu burro, jumento e cavalo inté mesmo o galo vendero também, pois lago aparece feliz fazendeiro por pouco dinheiro lhe compra o que tem". Sí, es verdad, el capitalista gasta menos de lo que gana. Eso no lo puede hacer el pobre. Cuando no pueden más, entonces los pobres levantan su clamor. Quieren vivir. ¿son ellos los violentos? ¿Dónde está el origen de la vio– lencia? El origen está en las estructuras injustas, que oprimen y explotan. Los pobres al princi– pio trabajan noche y día para salir de su po– breza, de su incultura, de su hambre. Pero el sistema los va envolviendo cada vez más en sus redes. El norteño del romance brasileño que ha tenido que emigrar vendiéndolo todo: "trabalha 2 ano, 3 ano e mais ano e sempre nos pranos de um dia voltar, mas nunca ele pode, só vive devendo e assim vai sofrendo, e sofrer sem parar... ". La sociedad los está extorsionando, ne– gándoles sus derechos humanos, arrebatándo– les sus bienes. Cuando intentan defenderse, entonces se les llama violentos, sin tener en cuenta que antes fue la misma sociedad quien usó de violencia contra ellos. Viven los indí– genas pacíficamente en sus bosques sin meter– se con nadie. Llegan las compañías petrole– ras y comienzan a talar árboles, abrir carrete– ras, montar campamentos. El indio se ve des– pojado de su tierra, de su caza, y en un gesto desesperado e impotente lanza sus flechas con– tra los intrusos. Es entonces cuando anatema– tizamos la violencia de los pobres (no la nues– tra, naturalmente). En América Latina la violencia es una provocación y una respuesta a los esfuerzos no-violentos del pueblo pobre. Al Capitalismo y a las transnacionales no le interesan las tomas de conciencia y la auto– defensa del pueblo. En realidad no le intere– sa la democratización. Han favorecido los gol– pes militares, los regímenes militaristas, las dictaduras. Esos estilos son los más propicios para amasar riquezas. Se inventa la Seguridad Nacional en el Colegio de Guerra de los Es– tados Unidos contra el Comunismo. Los así llamados "Chicago boys", los militares de ca– rrera de nuestros países, se han mentalizado y convencido de que la confrontación entre la civilización occidental-cristiana y el comu– nismo es inevitable. Este enfrentamiento se da en el interior de cada nación, por lo que el

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