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262 Un grupo de hermanos escritores, y entre ellos varios colaboradores de CUADERNOS FRANCISCANOS, de distintos países de América Latina se reunieron en noviembre pasado en Chile, preocupados por elaborar en co– mún un marco doctrinal para nuestro trabajo intelectual franciscano y pas– toral, fijar políticas y estrategias en común para un trabajo conjunto e in– centivar la reflexión sobre la praxis franciscana en el Continente. También aquí se trataba menos de una clarificación en el orden de los principios que de encontrar un pensamiento propio y unas pautas de acción al servicio de los hermanos y del pueblo latinoamericano. Tal como se había proyectado en un principio (1984), esta Asamblea: AUFRAL (Autores Franciscanos de América Latina), era bastante ambicio– sa, y pretendía reunir a hermanos representativos de todos los ámbitos de la actividad literaria, editorial y difusora franciscana del Continente; pero la tiranía de las distancias y los presupuestos, amén de otras dificultades, obli– gó a sus organizadores a recortarle las alas, y planear más bajo y más corto. No obstante, los participantes en la Asamblea volaron bastante alto, co– mo lo podrá advertir el lector repasando el "Memorandum" de la misma que publicamos en TAU/Comunicaciones; ya que, si no tuvo el empaque y la ri– gurosa dinámica de otras, contó, en cambio, con el entusiasmo de quienes, sabiéndose convocados para un trabajo creativo, y capaces de llevarlo a ca– bo, se adentraron sin esfuerzo por los caminos de la utopía y la imaginación, facultad casi en desuso, como es bien sabido, entre la clerecía. Precisamente, partiendo de la constatación de esa especie de atrofia de la dimensión estética y la capacidad intuitiva de religiosos y clérigos, y su escaso aporte en el campo de la actividad creativa, los hermanos escritores participantes en la citada Asamblea, amén de tomar algunas interesantes decisiones que se proponen llevar a cabo a poco andar, elaboraron una pro– pues ta, casi un manifiesto, con una serie de criterios y pautas orientativas en orden a una producción literaria franciscana más acorde con el modo de ser y el pensamiento franciscanos, es decir, de carácter más experiencial y sapiencial que racional e intelectual, más en la línea del "mytos" que del "lagos", de acuerdo con la mejor tradición narrativa y reflexiva franciscana. Si es verdad que "la vocación de escritor es el otro aspecto de una voca– ción sacerdotal" (Bernanos), los hermanos fundadores de AUFRAL (nueva sigla para nuestra gramática simbólica) tienen razón cuando identifican a la vocación de escritor como una exigencia interior, una necesidad vital de ex– presarse y transmitir a otros sus propias riquezas interiores, que son más fruto de la "razón vital" (Ortega y Gasset) que de la razón a secas, de la in– tuición y la contuición que de la intelección. Y cuando exhortan a todos los hermanos escritores a orientarse cada vez más "hacia una literatura experiencia[ y testimonial, una literatura compro– metida, tanto por lo que se refiere a la experiencia de Dios, la oración y la contemplación, como a una espiritualidad y una praxis de liberación". El guante está ahí para quien quiera recogerlo. Camilo E. Luquin, ofm cap.

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