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ha variado notablemente al ponerme en contacto con tanta obra suya como hemos tenido la oportunidad de escuchar, al leer los cinco volúmenes de su OBRA LITE– RARIA, así como al escuchar otras voces y otras opiniones, y conversar ampliamen– te con quienes le conocieron personalmente y de cerca. La vida de este excepcional religioso y artista se me hizo así más entrañable, más cercana, como también más compleja y trascendente; y, consiguientemente, mi aprecio y admiración por él aumentó muchos puntos. Felizmente, su biografía todavía está fresca en la memoria de muchos: sus her– manos espirituales, los capuchinos, y también sus parientes, en especial, su herma– na María Zulaica y Arregui, Vda. de Ureta, que aún vive y goza de una excelente memoria que no podemos menos de agradecer. Los primeros lo conocieron sobre todo como artista y compañero de estudios y de vida religiosa. De especialísimo modo hay que tener en cuenta al P. Jorge de Riezu, su compañero incluso de habitación en sus tiempos de estudiantes, el uno si– guiendo la carrera de música y el otro de matemáticas. Fue el comienzo de una amis– tad entrañable que llegaría a hacer del P. Jorge el archivero, editor y biógrafo excep– cional del P. Donostia. Sabemos, efectivamente, que, luego de haber escrito µna pequeña biografía de éste, está ahora preparando otra de grandes dimensiones. Es– peramos ansiosamente esta publicación, si bien no dejamos de estimar como pre– ciosa la pequeña biografía anterior (Boletín Oficial de la provincia Capuchina de Navarra, 1956, año de la muerte del P. Donostia). El P. Jorge nos acompañará a lo largo de este estudio. También hemos conversado con otros religiosos del colegio de Lekarotz que tuvieron el privilegio de convivir con él, y con algunos otros que lo conocieron y trataron. Un documento de excepción, testigo viviente, es su hermana María, a quien ya nos hemos referido, siete años menor que su hermano. En una obra editada por "Eusko Ikaskuntza", la Sociedad de Estudios Vascos, titulado "Aita DONOSTIAri OMENALDI", 1986, ella ha aportado algunos datos preciosos, que por ser tan re– cientes, y seguramente ignorados por muchos, me parece oportuno reproducir aquí. Rezuman autenticidad, y constituyen un testimonio directísimo y un valiosísimo retrato de los primeros años del P. Donostia (que nació aquí, a menos de cien me– tros del lugar donde escribo en este momento, en la calle Idiáguez, n. 5), de nom– bre civil Gonzalo Zulaica Arregui, luego, como religioso, José Antonio de San Se– bastián (Donostia); dice, pues, su hermana María: "Fuimos once hermanos, de los cuales tres murieron siendo muy peque– ños... Pedro era el mayor, y le seguía José, creo que año y medio más joven. Los dos iban al colegio de los Marianistas... Hicieron su primera comu– nión en el Colegio. José (Antonio) el 8 de diciembre de 1895. El mejor ami– go suyo era Julián Garbayo a quien quería como un hermano, amistad que conservó durante toda su vida. Le llamaba Gonzalo, que era su segundo nombre, pero nosotros le decíamos Pepe. En casa, ya antes de ir al Cole– gio, le gustaba jugar con dos palos, haciendo como que tocaba el violín, y no tenía paciencia ni para acabar de comer. En vista de esta declarada afición los padres le compraron uno pequeño, y en el colegio tuvo de pro– fesor a don Toribio Múgica, y conservamos una estampa en la que de su puño y letra dice: 'a mi apreciable discípulo José Zulaica en el día solem– ne de su primera Comunión'. Otro profesor suyo fue don Eleuterio Ibargu– ren que era primo de nuestro tío Fermín Azpiazu. "Pedro, por unas pequeñísimas travesuras infantiles que hoy en día harían reír a cualquiera y debido a la severidad del Director tuvo dos Boletines, cosa que hizo enfadar muchísimo a nuestro padre. Lo sacó del colegio y lo mandó a Lekarotz. Y, lcómo supo él que existía ese colegio? De allí so– lía venir un hermano lego a proveerse de vino, pues el padre tenía el al– macén de Loidi y Zulaica. El capuchino le dijo cómo el P. Joaquín de Lle– vaneras a raíz del desastre de la explosión del 'Cabo Machichaco' en San– tander y para recoger y amparar a varios huérfanos había fundado el con– vento y colegio de Lekarotz. Así que llevaron allí a Pedro, quien estaba muy contento, 'pero echaba de menos a su familia y sobre todo a su her– mano José con quien estaba muy unido. Y así, en el año 1896 José entró 49
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