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60 raleza, este ambiente es lo que deseamos reflejar con nuestros medios y procedimientos modernos. Queremos hacer una transposición musical que no dependa de documentos de época... esos roces de segunda, esas suce– siones de séptimas, novenas, etc., alteradas, ese despojo deliberado... ". Cancionero vasco Hagamos un breve recorrido por estos jardines multicolores: vascos, catala– nes, españoles, franceses, gallegos, gascones, sefardíes, laburtanos, etc. Echemos una mirada a este paisaje variado de la canción popular o de los "lieder" de distin– tas formas: canción pura, armonizada simplemente, acompañada al piano, prepa– rada para un gran coro, orquestada para gran coro en forma salpicada en la orques– ta o en las voces en las obras más originales y de mayor envergadura. Nos damos cuenta, por la simple enumeración, que la música popular, en par– ticular vasca, ocupa lugar prominente. Nos dice el P. Jorge: "Y en cuanto el año 1911 en casa de unos amigos íntimos gustó el P. Do– nostia en su propia salsa la canción popular, cantada por gente del pue– blo, aquellas aficiones folklóricas se tornaron en vocación decidida. Al punto comenzó la rebusca del folklore musical, primero en Baztán, luego en Sara (sur de Francia), pueblecito encantador de la vecina Laburdi, y en otros lugares del País Vasco. Fruto de esta rebusca fue el 'Cancionero Vasco', entregado a la imprenta el año 1919 y aparecido el año 1922". La primera de estas canciones fue "Ikhaskina". Luego, las canciones vascas armonizadas para voces graves (de 1910), aún inéditas, fueron repertorio de mu– chos coros. Su armonía es vertical y espontánea. En 1913 constatamos una "Suite Vasca" que aún hoy se escucha con placer, compuesta para el Orfeón donostiarra, y de buen efecto. En esta misma época des– taca, sin embargo, una canción fina y tratada con esmero armónico; se anticipa el "otro" Donostia. Es "Ene ama, otoi, errazü". Hay que agregar que el "Cancionero Vasco" ha ido engrosando de forma casi alarmante, creciendo siempre, en cada uno de sus viajes a París, tanto en Francia como en España, en Euskadi Norte como en Euskadi Sur; lo mismo le ocurre cuan– do está en Barcelona. No pierde de vista su afán de formar un gran cancionero y lo forma efectivamente. Es el reto que tiene ahora el P. Riezu: editar esmeradamen– te ese libro de 2.000 canciones (unos cinco o seis volúmenes) que será el gran cancionero, luego de haber públicado otros pequeños. Sé que hay diversos crite– rios sobre cómo editarlos, y que se están completando las letras y/o embellecién– dolas. Sabemos, por ejemplo, por el mismo P. Jorge que el insigne escritor euskal– dun, el P. Policarpo de Iraizoz estuvo arreglándole estas canciones... hasta cuando pudo y, al parecer, sigue todavía esta tarea. Lo que deseamos verdaderamente es que Dios le siga dando salud al insigne investigador y editor que es el P. Jorge de Riezu y podamos ver pronto esa enorme colección que alcanzó a recopilar el P. Donostia entre tantos otros trabajos. Canto y piano El P. Donostia presenta un "stock" de música muy importante entre la que compuso para canto y piano. Evolucionó mucho. Primero lo hizo instintivamente, guiado por su notable inspiración y su intuición exquisita. Pensamos que echó ya al vuelo sus primeros preludios vascos en 1912 y que, en definitiva, son lo que más fama le han dado y que, incluso, ya fueron conce– bidos algunos para 1910. Haremos constar que uno de los principales juicios de valoración que del P. Donostia se han hecho descansa sobre estos albores (preludios habría que decir
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