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A una pregunta de G. Mújica: "¿Le subyugó desde un principio la belleza de nuestras canciones?", responde el P. Donostia: "No lo crea usted. iTan sencillas como son! Me costó algo el llegar a com– prender su maravillosa delicadeza, el alcanzar a sentir la delectación que hoy experimento cuando las oigo. Y eso que no conocía la música italia– na lo suficiente como para tener estragado el gusto (sic); estaba libre del envenamiento general. -Y el comenzar a buscar nuevas canciones, lcómo fue? -También se lo voy a decir. En 1911 conocí a don Antonio Ciga, que ve- raneaba en Arrayaz, de donde era originario. En mis relaciones con esa familia aprendí diez o doce canciones que no conocía; hicimos excursio– nes a algunas bordas; y cuando reuní veinte canciones, creí tener un arse– nal... Luego me sucedió con las melodías lo que sucede con las cerezas : iunas trajeron a otras, y mi caudal fue creciendo!". Aunque la cita ha sido larga, creo que valía la pena, y aun lamento no poder ampliarla ya que lo que sigue ofrece también gran interés. Lo cierto es que, así co– mo se nace -más que se hace- poeta o músico, también habría que decir algo si– milar sobre la vocación de folklorista. El P. Donostia nació folklorista, podríamos decir "rabioso"; y se fue haciendo solo, con unos incentivos mínimos y ocasiona– les; desde muy adentro le brotaba un amor inmenso, acuciante e incesante hacia todo "lo nuestro". En efecto, podríamos aducir muchas otras preciosas referencias demostrativas de cómo le bullía adentro la llamada de las raíces; se sentía total– mente identificado con el pueblo euskaldún, pero, al mismo tiempo, se sentía fuer– temente avocado a una misión que era muy capaz de desarrollar.. . y ya hemos vis– to qué chispa fue suficiente para encender su vocación. Tenía, además, un instinto de sabueso, y era infatigable recorriendo caminos, visitando caseríos y bordas, acudiendo rápidamente a cualquier lugar que se le in– dicara para contactar con ésta u otra persona. Así es como el "stock" de canciones populares se le fue engrosando hasta llegar a proporciones que lo convierten en uno de los grandes folkloristas de nuestro tiempo. Ya para 1917 había recopilado 600 canciones; y en total sobrepasarán posiblemente las 2.000, de acuerdo a esti– maciones del P. J. de Riezu. Entre los grandes músicos sólo se le pueden compa– rar un Bela-Bartok o un Zoltan Kodaly, dos gigantes folkloristas de este siglo. Su "nacionalismo" se patentiza a través de sus fervorosas referencias a Mozart, Chopin, Smetana, Glinka, a quienes dedicó sendos artículos. Hay efusiones nota– bles, aunque sus apreciaciones críticas no por eso dejan de ser ajustadas, y creo que compartidas hoy día por la gran mayoría de los estudiosos y críticos. Véase, por ejemplo, esta referencia a Chopin: "Chopin ha hecho de la música popular el fundamento y base en que descansa todo su edificio musical. Esta obra suya es, para nosotros, los vascos, un manantial de enseñanzas... iCuándo apare– cerá el Chopin vasco, el que para conseguir un puesto en el mundo musical moder– no lo haga contando con nuestros amores y nuestras penas, nuestro pasado y nues– tro presente, aquellas viejas melodías que desde hace tanto tiempo suenan en nues– tros bosques y montañas! " (OBRAS MUSICALES DEL P. DONOSTIA, III, 15, 1983). Cotejemos ahora esto con su propia opinión sobre sus "Preludios Vascos": "Son vascos, no sólo por utilizar canciones populares vascas, sino particularmente porque he querido pintar en ellos el alma vasca de aquellos paisajes, de aquellas personas y pueblos". ¿Quién no diría que está pensando en sí mismo cuando se refiere a ese "Cho– pin vasco" ...? Sin duda, lo piensa, y está intentando cumplir esa misión con todas sus fuerzas. El cosquilleo y las inquietudes folklóricas del P. Donostia comienzan ya en 1911 ; recorre caseríos y bordas, en primer lugar los más cercanos a su lugar de re– sidencia, porque debe ser avaro del poco tiempo libre de que dispone; pero no per– derá ocasión de hacerlo siempre que pueda y en cualquier lugar donde esté, a lo largo de toda su vida, siempre en relación con su cancionero vasco, porque se tra- 57
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