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de que "marcaría" su vida y de que él mismo debía someterse a ese ritmo y a esa pauta. Este será pues su "leit-motiv" en su deambular de juglar. Algunos, y entre ellos el P. Elduayen, llegó a decir que el P. Donostia era un hombre de enorme talento, pero no de igual capacidad de trabajo .. . Que debería haber compuesto mucho más, y sobre todo obras de mayor envergadura. Desde luego, el P. Elduayen fue un verdadero compañero de su colega músico, él mismo dotado de gran talento musical (según algunos superior al del P. Donostia, opi– nión a mi parecer totalmente exagerada); y lo que quería expresar no era otra co– sa seguramente sino un anhelo que muchos compartimos: que nos gustaría poder hablar de la Sinfonía n. 4 y aun 14 de Donostia... Pero, de todos modos difícil– mente podría alguien memorizar siquiera todas sus composiciones. Son aproxima– damente 500, y si bien algunas son solamente "obritas", las hay también de verda– dera envergadura, y que abarcan volúmenes, como el original de "La Vie Profonde de Saint Franc;ois d'Assise". Pero no entramos aún en la valoración de su obra, cosa que haremos más adelante. lEs un escritor el P. Donostia? Hay quien ha afirmado que la personalidad del P. Donostia como escritor no es inferior a la de músico. Desde luego, una vez que termine la edición de sus obras, sobre todo con la publicación del Cancionero, podremos darnos cuenta de la envergadura de su OBRA LITERARIA, perfectamente comparable en extensión a las OBRAS MUSICALES DEL P. DONOSTIA, que abarcan hasta el presente 12 volúmenes. Según estimación del recopilador, er P. Jorge de Riezu, aquellos serán también diez y once. Pero no se valora una obra por el número de volúmenes o por su peso. Lo que se puede decir con bastante justicia es que el folklorista es tanto co– mo el compositor, o éste tanto como el musicólogo. Otros terciarían para agregar que lo principal en el P. Donostia es el compositor religioso, y otros tal vez que el compositor de obras dramáticas o escénicas... Esto puede ser discutible, y aun acep– table de modo global. Pero no creo que se pudiera decir que el peso y el lugar que el P. Donostia tiene merecidamente en la música pudiera tenerlo en las letras. Su estilo es casi siempre muy ameno, sin retóricas ni artificios, al hilo de sus investigaciones o de los apuntes que va tomando aquí y allá; lo mismo cabría de– cir de su correspondencia y de las numerosas conferencias que dictó. Hay que re– conocer en él a un observador nato, prolijo; un narrador ameno e incansable, lle– no de vivacidad, amante de la naturaleza y de las costumbres del pueblo, hábil pa– ra reflejar un acontecimiento o un paisaje tanto musical como literariamente, me– tido en su tema e identificado con él, y por lo mismo, entusiasta y comunicativo. Interesa siempre y no pocas veces llega a conmover. A veces, sin embargo, adole– ce también, y es lógico, de la aridez del investigador, y cuando de pronto quiere "dárselas de literato" hasta cae en lo cursi: cosa que, por lo demás, sucede rara– mente. Con frecuencia se nos revela como un verdadero escritor, rozando también aquí lo exquisito, y avanzando siempre con una total propiedad de estilo, lo que es de agradecer especialmente cuando se esfuerza por hacernos valorar sus trabajos de investigación o de reflejar a la perfección la realidad en sus frecuentes crónicas. Por lo que se refiere a la música, me atrevo a anticipar desde ahora que es sim– plemente "infalible" en cuanto al gusto, el carácter de sus obras, el ritmo y lo que Manuel de Falla llamaba "el tempo". Entrando a analizar la actividad musical del P. Donostia en sus diversas face– tas, diremos que su labor como folklorista o musicólogo de ninguna manera des– merece de su calidad como compositor, por la que es más conocido. 55
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