BCCCAP00000000000000000001595

2 Y su apelación a poner en acción la "estrategia de la confianza", único camino para abrir al hombre a un diálogo franco y sin trastiendas ideológicas, romper las ba– rreras divisorias y traducirse en "obras de justicia" y en actitudes éticas insospe– chables. La "paz verdadera" de la que habla Juan Pablo JI no es otra que la "paz verdade– ra del cielo", que va unida a la "caridad sincera en el Señor", en el lenguaje peculiar de san Francisco (2CtaF 1), o la justicia. La paz que se cumple en la justicia, es decir el "orden" debido y querido por Dios, como que.constituye el bien mesiánico por excelencia. Y que san Francisco entendió de alguna manera como definitoria del talante humano y espiritual de su fraternidad, integrada desde el espíritu de desapropiación, a su proyecto de vida; porque el Señor le reveló (Test 23) que sus seguidores se presentaran ante el mundo -un mundo co– mo el suyo, atenazado por la discordia- como portadores de paz. Indudablemente, este es un tema que debiéramos profundizar, no sólo desde las fuentes, y en especial los escritos de san Francisco (repásense tan sólo estos textos: Adms. 11, 14 y 15; TC 58, en el que san Francisco identifica la vocación de sus se– guidores con la misión de operar la justicia y la paz), sino, además, ahora las urgen– cias de nuestro tiempo y los llamados de la Iglesia y de la Orden a ser portadores pri– vilegiados de paz. Y desde la necesidad, cada vez más sentida, de reconstruir nues– tra propia identidad y rehacer nuestro estilo de vida y nuestra convivencia de manera que podamos ser hoy testigos creíbles, signos visibles de comunión y reconciliación. En buena hora, pues, esa creciente preocupación por la justicia y la Paz que va tomando cuerpo, si bien de una manera desilusionadoramente lenta, en nuestra Fa– milia Franciscana. Hacemos especiales votos por el éxito del Seminario sobre Justicia y Paz que ten– drá lugar en NOVA VENEZA, SP, Brasil, entre el 5 y el 26 de julio próximo, que está siendo cuidadosamente preparado, y para el que ya se han inscrito numerosos her– manos de toda América Latina. Esperamos que de él surja una nueva luz y un nuevo impulso, para que la paz que anunciamos de palabra, la tengamos, y en mayor me– dida en nuestros corazones... Ypara que por nuestra mansedumbre todos sean indu– cidos a la paz y la concordia (TC 58). "No existe la paz sin un amor apasionado por la paz. No existe la paz sin una incansable determinación por alcanzarla. La paz espera a sus profetas" (Juan Pa– blo II, en Asís). Camilo E. Luquin

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz