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"Donde, siendo nli'lo apren– dió las primeras letras, y luego comenzó su predica– ción, allí encontró también su primer lugar de descan– so" dice san Buenaventura (LM 15, 5). Fiel a su pro– pio contexto humano y cultural, Francisco lo tras– cendió como ningún otro santo, y a ocho siglos de su muerte continúa llumlnan– do al mundo. ra, se sigue subiendo y se aprieta el cuello, la cabeza tennina empequeñeciéndose, monumentalizándose toda; trabajo, como digo, en un sistema de ascensio– nes. Un artista y franciscano, como en tu caso ¿qué aportación puede añadir al mundo del arte? Enfrentados con la creación artística, cada cual ha de flotar con sus personales recursos, pero a mí me satisface sentir que el elemento estético que ma– nipulo lo puedo utilizar como vehículo de transmitir verdades en que uno puede creer, o bondades que es bueno recordar. Sospecho que verdad y bondad, sin belleza que las acompañe, se nos distancian, que has- ta deja de interesamos y·emocionamos. Los tres son valores absolutos; belleza y bondad y verdad se sos– tienen por sí mismas, pero prácticamente en su refe– rencia al hombre han de enlazarse para que se sos– tengan. La misma religiosidad, tosca y deseducada y sin atractivo, se nos distancia y se nos hace difícil de pasar por sus fonnalidades. Esta es mi apetencia aña– dida y servicio, que la escultura me sirva para expre– sar mis sentimantalidades, historiar ideas y bonda– des, o resaltándolo todo ello en algún personaje, co– mo en el caso de ahora de Francisco. El concepto de pobreza franciscana, ¿cómo pue– de compaginarse en tu criterio con la apreciación económica de la otra de arte? '} , 1' - ,. ~1 1 1 t·, u . ,~, . , , ... El hermano Lúcido no que– ría permanecer ' más de un mes en un mismo lugar, porque, decía, "no tene– mos morada fija en este mundo". Y, así, estaba siempre listo. - Un criterio superficial para la propia estimación de la obra es que se la pueda vender a elevado precio y digo superficial por esa apoyatura de propagand~ y difusión que el artista precisa en buena medida, pa– ra un mayor reconocimiento por parte del público. Todo esto no está muchas veces en sus personales manos, y se depende y se comparte la ganancia. ·Mi personal aprecio y cercanía hacia la pobreza .lo es también d~ s_igno humano y estético, que esa pobre– za me está librando de dependencias, me aligera el paso para caminar por la vida; mis esculturas no me pueden añadir cargas a mi otra condición de cami– nante, que por esta razón he renunciado también a tener taller, aunque el único taller posible sólo se puede llevar en las manos, que con tres dedos de ca– da mano basta. Además, el poder confeccionar arte es un carisma, al igual que los otros muchos que enumera san Pablo, y que se nos ha dado para servi– cio hacia los demás, y cuanto más se entregue más abundantemente, mejor. No comparto eso de li– mitar producción en consideración a particulares in– tereses económicos, o asustarse por el número de re– producciones que se pueden hacer de una figura. No administro mis bronces, ni mis cerámicas; más bien las desparramo. (ARA, arte religioso actual, nn. 69/70 julio/diciembre 1981) 87

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