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Porque se trata de un arte trascendente, no de una escuela o una moda, sino de una manera de captar la realidad, rescatando sus significaciones más profunáas, su verdadera dimensión "expresiva". Esta espléndida serie franciscana, muchos de cuyos temas tienen diversos niveles de significación, integra, sin embargo, una unidad totalizadora. Y si se resisten a una comprensión inmediata -Y no se trata de entender, sino de per– cibir-, como toda obra verdadera de arte, por los demás-, es porque la imaginación y la sensibilidad no son moneda corriente en un mundo tan pagado de lo exterior y lo inmediato, tan "sujeto a la vanidad". según la expresión de san Pablo. Una mentalidad con resabios racionalistas, acaso ligada a ciertas filosofías dichas cristianas, nos lleva con frecuencia a sobreestimar los aspectos formales y exteriores de la realidad, hasta el punto de cerrarnos a las realidades interiores y secretas que se resisten a una percepción directa y pasiva. No sucedió así con Francisco de Asís, para quien las cosas tenían una entidad y una consistencia que des– bordaba su propia realidad física. Cuando Francisco nombra a las cosas lo hace aludiendo a su interioridad o substantividad, su modo de ser más profundo y verdadero; porque él ve el cuerpo y la sangre del Señor que se cela en una "pequeña forma de pan"; y el sol, el agua, el fuego son hermanos porque los ve como criaturas de Dios y reflejo de su bondad paternal, y son significación y de alguna manera prolongación de El mismo; y ésa es su realidad verdadera. Por eso, puede entrar en una verdadera y profunda comunión con ellas, y a través de ellas con su Creador. Esta carga simbólica y esta trascendencia de las cosas, que a veces los niños, no enturbiados por preocu– paciones intelectuales y deformaciones de escuela, descubren de manera admirable, es lo que los poetas y los artistas, poniendo en acción su imaginación creadora y sus reservas oníricas, tratan de expresar con pa– sión, com-pasión y aun desesperación. Y esto es lo que nuestro hermano Antonio trató de hacer, e hizo, con su serie "Francisco de Asís, nueva imagen", que se conserva ahora en CEFEPAL (Chile). Algunas de las esculturas fueron vaciadas en bronce, otras lucen una pátina de cobre o fierro viejo, y las demás, el tono rosáceo natural propio del barro cocido. Loado seas, mi Señor, por la hermana madre tierra, de la que estamos hechos, y por la roja arcilla y el barro humilde de los caminos. Y por todos los ceramistas y alfareros, en especial por el hermano Antonio de Oteiza, que modeló amorosamente la imagen de tu ''pobrecillo" una y otra vez, loado seas. Camilo E. Luquin 84

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