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Visión iconoSJráfica de san Francisco .de Asís SI ESTAMOS YA EN UN OCTAVO CENTENARIO DE FRANCISCO DE ASIS, DEBEMOS CELEBRARLO DESDE NUESTROS DIAS Y DESDE NUESTRA ACTUAL CAPACIDAD INTERPRETATIVA Y DE RECUERDO, NO DESDE LA MERA REPETICION DE LAS VIEJAS REPRODUCCIONES ARTISTICAS SOBRE EL TEMA Entrevista a Antonio de Oteiza, ofm., cap. Un buen día, como otros a otras costas y costados de América Latina, arribó Antonio de Oteiza a la muy noble ciudad de Santiago del nuevo ex tremo de Chile, ligero de equipaje, y ávido, como siempre, de mirar y andar paisajes exteriores e interiores. Desde hacía años tenía Antonio el antojo de recrear en arcilla y espíritu la aventura franciscana, y por eso llegó a las puertas de CEFEPAL, en busca de aposentamiento y acomodo para llevar a cabo su obra, pensando que ése sería el lugar más indicado para hacerlo, en retiro y soledad, contemplación y escucha del espíritu, el de Francisco de Asís y el suyo propio. Se trataba de dar vida a una monumental serie de cien esculturas, esta vez revestidas con el hábito ma– rrón de los "Varones penitentes de Asís", Francisco y sus compañeros, tan vecinos a esa criatura tierna y primordial que es el barro, y tan entrañados con su espíritu y su cuerpo en la sustancia misma de la creación de Dios y su gozo, desde la frescura de los pies descalzos en contacto con la calidez vegetal de los senderos y las praderas en la primavera, y con la mordedura de las rociadas en los inviernos largos, hasta el regosto de la luz matinal derramada por las laderas de las montañas, y la algarabía de los pájaros en las enramadas. Y vio Antonio que la razón y la sazón eran buenas, y la obra fue hecha a lo largo de un año, en el que concibió y parió sus cien criaturas de barro, que rescatan y objetivan en pura arcilla el movimiento interior, los resortes y las vibraciones más íntimas de la personalidad, materia y espíritu, materia imaginada, mejor que el bronce, la piedra o las más nobles y dulces maderas. Porque el barro es "potencia" y disponibilidad purc, como que de él formó Dios a la primera criatura hu– mana, y es anterior a toda forma vegetal o animal, pero no a la tierra, el aire y el agua de que está hecho; el cuarto de los elementos clásicos constitutivos de 12 materia, el fuego, se le añadirá después para darle consistencia y perennidad. Y así vimos a Antonio de Oteíza, encar,amado y refugiado en la buharda de CEFEPAL, organizando día tras día su manobra, apelmazando y compactando el barro, hundiendo en él sus dedos, acariciándolo con las palmas de las manos, adentrándose en él, para, desde él y a través de él, crear y recrear el espíritu de Francisco de Asís, Clara, Bernardo de Quintavalle,Maseo, Gil, Lúcido, Juan el Simple ... A su lado, compulsando acuciosamente las Fuentes Franciscanas, fuimos descubriendo nosotros también las vertientes más limpias de la personalidad de Francisco y sus compa~eros, su densidad poética y simbóli– ca, su dimensión mística y mítica, más allá de la real:dad concreta y física, de las objetivaciones históricas y las formas. Se puede advertir todo esto, y más, en las creaciones de A.ntonio de Oteiza, si uno no se limita a "ver" -l,a exasperación de las imágenes que entran por los ojos, propia de nuestro tiempo-, sino que se detiene a contemplarlas, para descubrir sus ocultas significaciones, su trascendencia. 83

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