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Sobre la dimensión humana hay, indu– dablemente, una mayor sensibilidad, que se expresa en la amplitud y en la actitud más "natural y positiva" con que habitualmente es considerada. Sin comprometer el primado de los valores "espirituales" - "rerum divinarum contemplatio et assidua cum Deo in oratione unio omnium religiosorum primum et praeci– puum sit officium", can. 589, p. 1 (19) - todo proceso auténtico de formación y de renova– ción debe tener en cuenta el desarrollo armó– nico de las "virtudes humanas" (20) y de las "condiciones físicas y psíquicas de los religio– sos" (21). El llamamiento a la madurez humana del religioso y del sacerdote es más frecuente que nunca, sea por motivos intrínsecos, sea por motivos ambientales, característicos del hombre de hoy. Quisiera, empero, subrayar un documento que considero extremadamen– te importante y sintomático, sobre todo en comparación con una cierta mentalidad ecle– siástica tradicional: las "Orientaciones educa– tivas para la formación al celibato sacerdotal" (11 de abril de 19 74) de la Congregación para la Educación Católica (Cfr. "Appendice docu– mentale", n. 52). La dimensión crzstzana del religioso significa un verdadero rescate del Concilio. Y esto, principalmente por dos motivos: por el hecho de fundamentar la teología de la vida consagrada sobre la tesis de la universal voca– ción a la perfección cristiana y por .el hecho de fundamentar la auténtica renovación de los religiosos en el continuo retorno al Evangelio, esto es "a las fuentes de toda forma de vida cristiana" (22). En este sentido, la vida religiosa es, esencialmente, una modalidad de la vida cristiana y la pedagogía de la formación a la vida religiosa se concretiza en un proceso de (19) Cfr. "Append. docum.", n. 76 (y también el n. 73). (20) Cfr. Nuevo proyecto de C.I.C., can. 578, p. 2. (21) Cfr. Perfec!tae caritatis, n. 3. (22) Cfr. Perfectae caritatis, n. 2; Lumen gentium, cap. IV. Análogamente: Summi Dei Verbum y Ratio funda– mentalis institutionis sacerdotalis. ARTICULO m1ciación y de crecimiento particular del ser cristiano (23). Con razón decía Pablo VI que "la observancia religiosa requiere una verdade– ra iniciación orientada a cristianizar el ser hasta lo más profundo, según las Bienaventu– ranzas evangélicas" (24). Finalmente, se puede decir que la di– mensión comunitaria o fraterna fue también un "redescubrimiento" conciliar sobre la base de una coherencia radical con el Evangelio y de una interpretación cristiana de ciertos signos de nuestro tiempo (25 ). Toda vida reli– giosa nace, se desarrolla y madura en un clima de comunión y participación, de caritativa obediencia mutua, de mutuo servicio fraterno, propio de una comunidad cristiana que cami– na verdaderamente en la fe. En suma; tres aspectos de una forma– c10n realmente "íntegra", intuidos y sospe– chados hace algunos años, que nos interpelan hoy a través de la particular sensibilidad de nuestro tiempo y de las explícitas directivas de la Iglesia. Tres dimensiones importantes de la idoneidad requerida a cualquier religioso, que congenian especialmente con el francisca– no, y que deben ser revalorizados en nuestros programas formativos por el rol determinante que tienen en la madurez completa del "hermano". e) Formación "realista" Hablar de "realismo" en la formación puede parecer un argumento descontado y genérico; más bien hasta cierto punto, ambi– guo. Sin embargo prefiero este término, de carácter convencional y práctico, para expre– sar la complejidad de una serie de aspectos que inciden en el proceso educativo y tienen un cierto denominador común: el denomina– dor común de la concretez, de la historicidad, de la singularidad del hombre y del condicio– namiento de sus situaciones. Sea como fuere, se trata de una perspectiva que va de acuerdo (23) Cfr. "Append. docum.", n. 75. Can 578, p. 2. (24) Evangelica testificatio, n. 36. (25) Cfr. Constituciones OFMCap. 1975, n. 10. 185

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