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tiempo, a la luz de la doctrina de la Iglesia, no sería difícil (43a). Pero quizás no es "realista". La verdadera "realidad ambiental" y la verda– dera "realidad del hombre" no son identifica– bles sobre la base de criterios demasiado uni– versales y demasiado estáticos . Lo que impor– ta es tener la suficiente sensibilidad para se– guir de cerca las características de cada pue– blo, de cada hombre, y el desarrollo de sus contextos para adaptar convenientemente las estructuras formativas y los métodos pedagó– gicos . f) Tensión y síntesis.formación "armónica" En la lista de las preocupaciones más recientes del Magisterio concernientes a la vida religiosa, sobresale el problema del equili– brio entre la así llamada "dimensión contem– plativa" y las implicaciones "humanas" de la m1s10n evangelizadora del religioso. Dos reuniones plenarias de la Congregación para los religiosos y los institutos seculares (abril de 1978 y marzo de 1980) (44) estuvieron dedicadas al estudio de estos argumentos, considerados particularmente importantes y urgentes. Se trata, en realidad, de un problema tan antiguo como la misma profesión religiosa -en cuanto opción radical de vida evangéli– ca- que adquiere hoy modalidades y lenguaje relativamente nuevos. El binomi o "evangelio y promoción humana" constituye uno de los "signos de nuestro tiempo", que implica en profundidad la misión de toda la Iglesia. En las directivas preconciliares del Magisterio - con referencia a la Iglesia en general o a la vida religiosa en particular- la reflexión sobre la promoción integral del hombre es bastante menos relevante y comprometida que hoy . Basta leer, por ejemplo, en lo que concierne a los religiosos, los estudios del Congreso Gene– ral de los Estados de perfección del año 1950 (43a) (44) Cfr. supra nn. 39, 42... Cfr. "Append. docum.", nn. 73 y 74. También "Informationes SCRIS" 6, 1 (1980). ARTICULO (45): no es solamente el estilo - más abstracto y académico- ; es sobre todo la sensibilidad de fondo y la falta de ciertas experiencias de nuestros días , a la luz de la eclesiología conci– liar, lo que refleja la realidad de un mundo lejano y diferente. Hoy, haciendo un balance de las "intui– ciones positivas y estimulantes y de las visio– nes reductivas y ambiguas" (46) que han caracterizado la participación de los religiosos en la promoción integral del hombre durante el post-Concilio, se requiere un cuidadoso discernimi ento en nuestros métodos educati– vos y en nuestras opciones evangélicas. Las orientaciones de las dos Plenarias antes men– cionadas (47) constituyen, en mi opinión, un importante punto de referencia para conti– nuar un discurso que tiene incidencias profun– das en nuestro papel de religiosos hoy. No creo que sea neGesario repetir estos criterios . Quisiera llamar la atención sobre dos aspectos que nos interesan especialmente, teniendo en cuenta las diversas actitudes actuales en la Orden, como fueron expresados en los sondeos recientes realizados por la Secretaría general para la Formación y por la Comisión preparatoria del IV CPO. Resulta evidente la acentuación, sea de nuestro "caris– ma contemplativo" sea de nuestro "carisma de hermanos del pueblo", empeñados en la promoción humana, sobre todo de los pobres, en un contexto de vanguardia. Personalmente considero que' se debe clarificar bien el alcan– ce de estas "dimensiones contemplativas" de nuestra vida y su justificación así llamada "franciscana". Las diversas posiciones de los hen11anos, a veces contrastan tes, ponen en guardia sobre la facilidad de etiquetar como elementos o tareas específicas de nuestro carisma determinados relieves ' 'con templati– vos" o "sociológicos" (valga la expresión) . Teóricamente no debería haber tensión entre relación con Dios y relación con el (45) (46) (47) Cfr. Acta et Documenta. .. vol. III, p. 458ss; vol IV, p. 7ss., y vol. II, p. 96ss. Religosos y promoción humana, p. 6. Cfr. "Append. docum.", n. 73, 74. 189
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