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pero no renunciaron a los beneficios de la vida fraterna; se agruparon en casas particu– lares y en alojamientos provisionales. En 1867 las leyes de reforma de Benito Juárez vinieron a endurecer la persecución. Bajo la presidencia de Porfirio Díaz (1897- 1911) hubo cierta tolerancia: las Clarisas no sólo se reorganizaron; sino que pudieron lan– zarse a nuevas fundaciones; hasta ocho nue– vos monasterios fundaron las Capuchinas. En 1917 fue promulgada la nueva constitución, todavía hoy en vigor, que añadió nuevo rigor a las medidas antirreligiosas de la anterior. Siguió después la persecución violenta bajo la presidencia de Calles. Resurgimiento y nueva expansión De aquel sucederse de desamortizaciones y exclaustraciones las comunidades salieron purificadas, aligeradas del peso de las po– sesiones, más identificadas con su denomina– ción de "hermanas pobres de Santa Clara" y con mayor autenticidad vocacional. La pro– pagación de la multitud de congregaciones femeninas de vida apostólica, especialmente franciscanas, no ha sido parte a detener el incremento de las comunidades claustrales e n América en todo el siglo XX, viniendo a sumarse ahora las que han ido apareciendo en Estados Unidos y Canadá. La expansión máxima de las Clarisas, particularmente de las Capuchinas, se ha ve- 156 rificado de nuevo en la república mexicana, en forma espectacular y a ritmo acelerado, con proliferación aun en otras naciones, in– cluso en Europa. Y todo se ha hecho mante– niendo rigurosamente la clandestinidad legal, por respeto a la constitución, pero cada vez con mayor libertad, con el apoyo de los Obispos y, no pocas veces, aun con la connivencia de las autoridades civiles loca– les. Así es como las Capuchinas mexicanas, agrupadas en tres federaciones, han podido construir un monasterio común destinado a la formación de las jóvenes profesas y a cursos de formación permanente, bajo el título de Instituto Santa Verónica Giuliani, con resul– tados muy prometedores. Para completar la presencia actual de to– das las contemplativas franciscanas, hemos de añadir los ocho monasterios femeninos de la Tercera Orden Regular: 7 en México y uno en los Estados Unidos; y los 58 de las Concepcionistas de Santa Beatriz de Silva: 21 en Colombia, 16 en Brasil, 15 en México, 4 en el Ecuador y 2 en Bolivia. Dando una media de 20 religiosas por monasterio, daría la cifra de 4.200 Clarisas, 160 Terciarias regu– lares y 1.160 Concepcionistas; total de contemplativas franciscanas en América: 5.520. Termino este esbozo presentando el cua– dro estadístico actual de los monasterios de la Orden de Santa Clara en toda América, teniendo en cuenta las varias denominacio– nes (4).

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