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ridad franciscana se enraíza en la actitud bí– blica de los 'pobres de Yahveh' que buscan la humildad y la justicia (Sof 2, 5)" (174) . Pero ya se apuntaba que esta pobreza de espíritu necesitaba la cercanía e inserción en– tre los pobres materiales para poder existir. Por eso se denuncia que hay casas de forma– ción contrasignos: "ya que no invitan a los hermanos a encarnar las exigencias de una vida realmente pobre" (181) ; "muchos jóvenes formandos, al ingresar en nuestras fraterni – dades, dejan de vivir como pobres" (183). La pobreza de espíritu requiere la pobreza real. "Desde el comienzo de la formación, los formandos deben dar testimonio de pobreza" (184) y las casas de formación deben estar si– tuadas en áreas populares o en barrios obre– ros" (185). "La inserción del hermano menor capuchino debe ser concreta" (187) . Se especifica cuál debe ser nuestra rela– ción con los ricos: hay que amarlos, pero no "para que mantengan las situaciones de injus– ticia... sino para contribuir a la liberación de todos los hombres" (189). La pobreza evangélica tiene dos polos de referencia: "Somos verdaderamente menores cuando vivimos en la pobreza junto con Cristo pobre, y en solidaridad con los pobres" (197). Resulta una novedad el que se proponga incluir en nuestros programas formativos "ex– periencia de pertenencia al mundo de los po– bres, viéndolo todo a partir de esa realidad, solidarizándose con ellos y participando de su pobreza por amor de Jesucristo" (234) . Verlo todo desde los pobres es el punto de partida que va a modificar estructuras, planes y conductas. Si este punto de mira se pospo– ne, la formación de hermanos menores en po– breza será un apéndice, un slogan, pero no una realidad sustancial. En las perspectivas de futuro, las exigen– cias son muy nítidas: - "empeñarnos en la defensa de los margi – nados, en el proceso de liberación de nuestros pueblos con compromisos con– cretos" (268). Esta sería la finalidad de nuestra inserción; - "evangelizando a los pobres y oprimidos, a la vez que dejándose evangelizar por ellos" (268). Esta sería la formalidad de nuestra inserción: la evangelización bi– direccional; - "los hermanos deberán insertarse en me– dios pobres" (269). Esta sería la causa material de la espiritualidad; 130 "por amor de Jesucristo" (234). Sería la causa eficiente de la inserción. De cara al IV CPO de Roma, el compro– miso que asumimos los que fuimos delega– dos al mismo fue proponer el tema de "una educación liberadora, que permita llevar a los formandos a un compromiso con los oprimi– dos y marginados" (286). Después de estos años transcurridos, pien– so que la I ALAC fue para los capuchinos de América Latina el grito más fuerte y sincero de nuestra teología de la liberación. El sentir de la asamblea fue unánime y valiente. Roma (marzo 1981) El IV CPO tuv0, una preparación muy cuidada. Al tratarse de la formación capu– china, pudo contarse con la colaboración ac– tiva de todos los centros de formación de la Orden. La misma experiencia de Mattli fue de gran ayuda. Y por parte de América Latina, casi todos los delegados habíamos participado en la I ALAC. También la metodología se mantuvo en la línea inductiva, partiendo de la experiencia para establecer los elementos o principios teóricos, y de ahí llegar a unas orientaciones prácticas. Como leit-motiv se estableció que la for – mación no debía alejarse de la vida. Nunca más pretender un período aséptico, de un proteccionismo artificial, de invernadero, pa– ra los formandos. Con este principio emerge inmediatamen– te la importancia de la presencia entre los pobres. "La presencia de la Orden en todos los Continentes hace sentir la especial urgen– cia de una mayor identificación con el mun– do de los pobres y de los oprimidos, y da lu– gar a una nueva conciencia de lo que signi– fica ser 'hermanos menores'" (9). Esta afirma– ción es de trascendental importancia. Se está diciendo que los pobres nos hacen adquirir conciencia, una nueva conciencia de nuestra identidad ; que los pobres nos enseñan a ser hermanos menores. Esta fue una idea que el grupo latinoame– ricano defendió con calor en el IV CPO y que éste acogió positivamente, como se deduce del párrafo que acabamos de citar. Sin embargo, el equipo redactor del docu– mento final , sin mala voluntad pero incons-

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