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gráfico, trasladándose a lugares pobres. Cierto que el sector formativo es el que se mueve en esta dirección, pero puede renovar a toda una Provincia (1, 1). Sin embargo la denuncia es seria: Somos una Orden mayoritariamente conservadora (1, 5) y con poco sentido crí– tico (1, 6). En la segunda parte, la Orden es some– tida a un juicio desde varios frentes. Cristo nos echa en cara la poca sensibilidad para con los pobres, el alejarnos del pueblo, ora– ción alienante e indiferencia ante la explota– ción del hombre por el hombre (11, 1). La Iglesia nos impulsa a la inserción entre los pobres, lo cual, desgraciadamente, no siem– pre provoca un cambio de mentalidad (11, 2). Francisco nos ve muy distantes de su opción por los empobrecidos (11, 4). Al tratar de los signos de los tiempos, se afirma que Dios nos habla a través de los po– bres, y hay una afirmación teológica que de– berá ser profundizada: "La profecía perte– nece al pueblo pobre". "Nos asusta la memo– ria subversiva de los pobres" (11, 5) . Sólo sien– do pobres, podremos ser profetas. En las pistas de acción se señala que la tónica de la III ALAC fue la idea de reencon– trarnos con los pobres. Se pide que la forma– ción se mantenga inserta en medios pobres; si es preciso, que se suspenda al menos por un año todo estudio académico, para vivir como pobres; que algunos Hermanos del De– finitorio General y de los definitorios provin– ciales den el paso de ir a vivir a un barrio po– bre (III, 2) . Como se desprende de lo expuesto, la III ALAC se movió al estilo de Quito, sin ela– boración teológica profunda. Para la espiri– tualidad del pobre, hay que retener y desarro– llar la idea de que sólo el pobre puede ser profeta, y de que los profetas deben ser po– bres. Ya, aparte de la ALAC propiamente dicha, los Provinciales de América Latina asumie– ron el compromiso de concientizar a las cir– cunscripciones propias para que el proceso de inserción sea aceptado como parte inte– gran te de nuestro proyecto de vida. GARIBALDI (septiembre 1986) Aunque el tema del apostolado se había tratado en Mattli, se restringió al aspecto mi– sionero. Se necesitaba abordar en toda su am- plitud la actividad apostólica, y por deseo de nuestra Curia, se redondeó el tema con el título "Nuestra presencia profética en el mun– do. Vida y actividad apostólica". Se retoman los temas, ya tratados en otros CPO, de la contemplación (Taizé), fraternidad y pobreza (Quito) y se diseñan como novedades la ac– tividad apostólica y el tema de la justicia, paz y ecología. De cara a la espiritualidad de los pobres, aparece el aspecto de "nuestra pobreza radi– cal en cuanto creaturas humanas" (8). Esta di– mensión es común al hombre en cuanto tal y aun a toda criatura. Sirve para completar el abanico de los diversos conceptos de pobreza, pero no aclara el concepto estricto de pobres, que es lo que nos interesa. En cambio, al señalar los distintivos de la verdadera contemplación, acierta plenamente al decir: "Sea capaz de conducirnos a una po– breza real y a la inserción entre los pobres", y "sea abierta a los pobres y crucificados de nuestro tiempo, procurando aprender de ellos y ser solidarios con ellos" (8) . Es lo que ya hemos comprobado: los pobres, no sólo desti– natarios sino sujetos, nos enseñan a vivir el Evangelio, y nos ayudan a practicar la solida– ridad y el amor. En el tema de la fraternidad, se recomien– dan las fraternidades de presencia entre los pobres. Y se pide a quienes ya están compro– metidos con los pobres, profundizar su soli– daridad ; quienes están en otros apostolados, que tengan frecuentes experiencias de inser– ción. Finalmente quienes no están compro– metidos a causa de enfermedad u otras razo– nes, utilicen sus talentos, oraciones y sufri– mientos en favor de los pobres (25). Conside– raciones válidas pero que se quedan en el te– rreno de lo moral y de lo piadoso. La espiritualidad de los pobres se destaca en el capítulo de pobreza y minoridad. Se dice que para nosotros, los capuchinos, ser pobre es "esencial" (29) . La motivación es totalmen– te cristológica, apelándose al título de "Siervo sufriente" y a la kénosis de la encarnación y muerte (36). Hay una gran densidad teológica detrás de la expresión "devolver a los pobres" (39) , insinuándose la injusticia de las riquezas y la restitución que supone nuestra solidaridad. Al lado de estos aciertos, encontramos algunos signos de timidez y cobardía, con re– lación a otros CPO. Por ejemplo: se habla de dar a los indigentes las cosas no necesarias 133
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