BCCCAP00000000000000000001583
la teología franciscana. Brota de una práctica y de una espiritualidad que descubre la pre– sencia de Cristo en los pobres y busca encon– trarse con él en la solidaridad con los empo– brecidos. Es una teología de la esperanza, cu– yo fruto es la liberación integral de los opri– midos, y la fraternidad afectiva y efectiva de todos los hombres, formando una sola clase en que ya no haya ricos ni pobres. Está en– raizada en la Biblia y sobre todo en la per– sona de Jesús de Nazaret. Es cercanía al pue– blo pobre, es dejarse evangelizar por esta gen– te que el mundo desprecia, es alabar a Dios con el canto de María, reconociendo que el Señor colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos sin nada (Le 1, 53). Sabemos de dónde provienen los recelos contra la Teología de la Liberación: no del Evangelio sino del gran Capital y de los inte– reses creados y egoístas. Está claro -en la sinceridad de un examen de conciencia- dón– de los franciscanos tenemos nuestro puesto en la Iglesia y en el mundo: al lado de los po– bres. Segunda Parte MISION ECLESIAL Desde los tiempos en que se venía identi– ficando de hecho la Iglesia con el Reino de Dios, se ha hecho difícil superar el centralis– mo eclesiástico. La Iglesia es necesaria, pero no es ningún absoluto y sabemos que la ac– ción salvífica del Espíritu desborda los límites concretos de la institución. Y con mayor mo– tivo tenemos que afirmar que las congregacio– nes religiosas no son valores definitivos. En esta segunda parte vamos a hacer una lectura franciscana de la situación de la Iglesia y de los institutos religiosos. D. El mundo eclesiástico D.1 Las palabras se gastan. Quedan frecuente- mente estereotipadas, pero ya no son fie– les a su etimología. Así la Iglesia Ortodoxa no acapara la ortodoxia, ni las Iglesias Reforma– das son la única reforma válida. La Iglesia Ca– tólica tampoco abarca la catolicidad. Restan esas definiciones como tarea en un proceso inacabado. Las Iglesias existen para la Evan– gelización. "Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. iY ay de mí si no evangelizara!" (1 Cor 9, 16). La Iglesia es una institución ordenada a evangelizar. Frente a este objetivo, se relati– vizan otras instancias. De cara a otros que expulsaban demonios pero no eran del equi– po, Jesús declarará: "No se lo impidan, pues el que no está contra ustedes, está con uste– des" (Le 9, 50) . "Al fin y al cabo, hipócrita o sinceramente, Cristo es anunciado, y esto me alegra y seguirá alegrándome" (Flm 1, 18). Uno puede equivocarse, pero la impresión que recibo leyendo o escuchando ciertos dis– cursos, es que no se predica a Cristo (aunque se le nombre) sino la institución (aunque no se la nombre), que puede ser importante pero que es secundaria. Dicho de otra forma: hay mayor esfuerzo a favor de una eclesialización que de una evangelización. Y por ahí surgie– ron históricamente las rivalidades, las luchas religiosas, los mutuos anatemas. Si realmente nos olvidáramos un poco más del "yo ecle– siástico" y pusiéramos el principal empeño en Cristo y su evangelio, muchos problemas se volatizarían inmediatamente. Sin pretender agotar el tema, hay un cri– terio elemental: Evangelio es poner al hom– bre por encima del sábado y de la ley (Me 2, 27). Evangelio es hacer que el hombre sea hu– mano, que viva en plenitud y logre la herman– dad con todos. Las Iglesias están para el hombre, y no el hombre para las Iglesias. La jerarquía debe estar al servicio del pueblo, y no el pueblo al servicio de la jerarquía: "el que gobierna, sea el que sirve" (Le 22, 26) . Las Iglesias cumplen su cometido si hu– manizan. Cuando logran que hombres y mu– jeres vivan su plenitud humana, es señal de que evangelizan de verdad. Es la señal que dio Jesús al Bautista encarcelado: "los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan lim– pios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados" (Mt 11, 5) . Y el discernimiento final del Dios de los siglos co– rrobora la praxis misericordiosa, humaniza– dora y fraterna: "Porque tuve hambre y me dieron de comer, estuve desnudo y me vistie– ron, enfermo y me asistieron..." (Mt 25, 35-36). D.2 Los franciscanos tenemos que recuperar el gesto histórico de Francisco de retorno al Evangelio. La Iglesia que amenaza ruina es la que se centra demasiado en sí misma. Hay que volver a ser fieles al proyecto de Jesús y recuperar su praxis de evangelización antes que eclesialización. La actitud de Jesucristo de valorizar más lo humano que el Templo, la Ley o el Sábado, es lo que no podían compren- 25
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz