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LECTURA FRANCISCANA DE LA REALIDAD ACTUAL DE AMERICA LATINA DESDE LA HERMENEUTICA DE LA VIDA RELIGIOSA Fr. Carlos Bazarra, ofm. cap. * No seremos fieles a Francisco, y mucho menos a Jesucristo, si nos amoldamos a un mundo sin anunciarle el Evangelio; si nos acomodamos a una Iglesia que se busca a sí misma; si vegeta– mos en una vida religiosa que vive sólo por inercia, sin capaci– dad profética de buscar y abrir nuevos caminos. PROLOGO Más o menos, todos tenemos la preten– sión de conocer la realidad del mundo en que vivimos. Frente a esta pretensión universal, se impone un correctivo, un discernimiento. Porque no todos los lugares son privilegiados ni ofrecen la misma amplitud de ángulo. No todas las posiciones tienen la misma densi– dad teológica. En el vértice del poder, de la riqueza, de la ciencia racionalista, de la autosuficiencia egoísta, uno puede ilusionarse con la idea de que domina el panorama. Esta fue la primera experiencia del joven Francisco de Asís. El rey de la juventud, el guerrero con aspiraciones de grandeza, estaba perdiendo de hecho el sentido de la vida. "Aventajando en vanidades a todos sus coetá– neos, mostrábase como quien, más que na- 20 die, incitaba al mal y destacaba en todo de– vaneo. Cautivaba la admiración de todos y se esforzaba en ser el primero en pompas de va– nagloria, en los juegos, en los caprichos..." (lC 2). Pero Francisco cambió de lugar social. Y entonces comprendió. "El Señor me dio a mí, hermano Francisco, comenzar a hacer peni– tencia; en efecto, como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y prac– tiqué con ellos la misericordia. Y al separar– me de los mismos, lo que me parecía amargo, me fue convertido en dulzura de alma y cuer– po; y después de esto, permanecí un poco de tiempo y salí del siglo" (Test). Francisco desde abajo, desde los pobres, comienza a conocer verdaderamente la reali– dad. Y desde la realidad, puede buscar la res– puesta al mundo, a la Iglesia, a la Vida Reli– giosa. Primero el mundo. La sociedad feudal, autoritaria, clasista, guerrera. Francisco se desencanta de la caballería: "lQuién puede favorecer más, el siervo o el Señor? - El Se– ñor. -lPor qué buscas entonces al siervo en lugar del Señor? - lQué quieres que haga, Señor? -Vuelve a la tierra de tu nacimiento" (2C 6). Volviendo a su pueblo, descubrirá el señorío absoluto de Dios, y en consecuencia rechazará la riqueza, el poder, el clasismo. Francisco opta por la sociedad advenien– te burguesa y comunal, democrática, aunque excesivamente condescendiente con el dinero. Aceptando la idea-fuerza de la hermandad, critica sin embargo el consumismo y reafirma la prohibición del dinero. Frente a los "ma– yores" de esta nueva sociedad, San Francisco se coloca al lado de los "minores". Después, la Iglesia. La Iglesia no es un fin en sí misma. El mundo es su razón de ser. Francisco intentando cambiar el mundo, asu– mirá inevitablemente la reforma de la Iglesia: "No pretende edificar una nueva; repara la antigua, remoza la vieja. No arranca el ci– miento sino que edifica sobre él, dejando siempre, sin advertirlo, tal prerrogativa para Cristo. Nadie puede poner otro fundamento sino el que está puesto, que es Jesucristo" (lC 18). Al comienzo, hay una interpretación errónea del mandato de Cristo: "Repara mi Iglesia que amenaza ruina. La voz divina se refería principalmente a la reparación de la Iglesia que Cristo adquirió con su sangre, se-

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