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see bienes de la tierra, ve a su hermano pa– decer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?" (1 Jn 3, 17). El objetivo de la liberación es la procla– mación de la hermandad universal. Emerge la Teología Ecuménica: "Ya no hay judío ni grie– go; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús" (Gál 3, 28). Esa fue la súplica de Jesús la úl– tima noche: "Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has envia– do" (Jn 17, 21). 28 Y así llegamos al fin: la Teología escato– lógica de la cruz y resurrección. "Porque no hay mayor amor que dar la vida por sus ami– gos" (Jn 15, 13). Hay que dar paso al amor. "La caridad es paciente, es servicial... no se alegra de la injus– ticia. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba nunca" (1 Cor 13, 4-8). Esta es la razón de nuestra esperanza: ningún amor se pierde. Nuestra vida tiene un sentido: entregarla al amor. El no nos de– fraudará. Caracas, noviembre 1990.
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