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Una pregunta: ¿En algunos ambientes la forma– ción que se imparte no es de este tipo? Segunda columna. Hay cristianos que han avan– zado, dando un paso más. Pero están lejos de la plenitud trinitaria. Reconocen al Padre y al Hijo pero prácticamente no reconocen al Espíritu: No hemos oído decir que exista el Espítu Santo (Hech 19, 2). Dios se hace hombre, inmanente a este mundo. Dios se hace historia. El hombre es el lugar del encuentro con Dios, superando el ritualismo. Pero la historia terrena de Jesús queda en el pasado, en su tiempo, en su coyuntura geográfica y cultural. Su realismo histórico impide la alienación y nos compromete en favor del hombre. Pero la concien– cia en esta perspectiva, aunque supera lo mágico, se p:iantiene en una línea de ingenuidad. Es religio– sidád personal, pero volcada sobre el pasado, pura– mente imitativa. No se descubre su Espíritu, queda en la carne que no sirve de nada, el Espíritu es el que da vida (Jn 6, 63). Les conviene que yo me vaya para que vengal el Espíritu (Jn 16, 7). Todo se reduce a una obediencia ciega que pretende justificar, en nombre de Cristo, todo autoritarismo, rompiéndose la fraternidad y comu– nidad de vida expresada en la participación de una misma mesa. Se establece el amor como virtud fundamental, y es cierto, pero puede encerrar la ambigüedad de un amor encubridor de injusticias, que defiende el orden establecido sin profundizar ni analizar si existe auténtica participación y libertad. Un régi– men totalitario o de seguridad nacional es, de hecho, la negación del Espíritu. Habrá ortodoxia, pero la praxis puede ser encubridora y legitima– dora de un orden injusto. Tercera columna. Pero Jesús no sólo es Hijo del Padre, sino plenitud del Espíritu. E( Espíritu está sobre mí, me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres (Le 4, 18). Es el Espíritu el que nos descubre que son precisamente los pobres los que deben ser invita– dos a la mesa: Cuando des una comida no llames a tus vecinos ricos.. . Llama a los pobres, a los lisia– dos, a los cojos, a los ciegos, y serás dichoso (Le 14, 12-14). Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios (Le . 6, 20). No es el hombre abstracto, sino el pobre el que es lugar teológico, desde donde Dios nos habla. El Espíritu nos libera del temor y nos permite llamar a Dios "Padre" (cfr. Rm 8, 15 y Gl 4, 6). Pero no podemos llamar a Dios "Padre" sino desde una situación de fraternidad o de lucha a favor de la misma. La pobreza es un pecado contra la frater– nidad. El Espíritu nos exige pasar de una conciencia ingenua a una conciencia .crítica. Jesús terminó su obra pero nosotros tenemos que continuarla. No imitación sino seguimiento. Mirar al futuro, inter– pretar la ambigüedad de la historia, enfrentarnos a situaciones nuevas, tratar de liberar al pobre de esa situación de injusticia y pecado. No basta el cam– bio personal, hay que trabajar por cambiar las estructuras e implantar la justicia que requiere la verdad de la Eucaristía. No es la Ley la que justi– tica (cfr. Rm 7) sino el ponerse en camino, como Abrahán, en plena docilidad al Espíritu, que no sabes de dónde viene ni a dónde va (Jn 3, 8). La praxis se hace ortopraxis, porque el Espíritu con la capacidad crítica que nos confiere, nos da el recto obrar, nos lleva a la verdad completa (Jn 16, 13) y no necesitan que nadie les enseñe (1 Jn 2, 27). Esta es la formación evangélica, que pone a cada persona en plena apertura al Espíritu, la com– promete en la lucha por la justicia en favor del pobre y su liberación, con capacidad crítica, en una proyección social, mirando al futuro con au– téntica creatividad para hacer posible el Reino de Dios en comunidad fraterna de vida y de mesa, sin clases sociales, sin desigualdades. El es nuestra paz: de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus precep– tos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí nzismo muerte a la enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a ustedes que estaban lejos, y paz a los que estaban cerca. Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en u11 mismo Espíritu (Ef 2, 14-18). 3. Formación franciscana El único futuro garantizado es el del Reino de Dios. Cualquier Orden religiosa, pero fundamental– mente la franciscana por su identificación con el Evangelio integral y no con un apostolado especí– fico, debe asumir el proyecto del Reino de Dios. 19

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