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Cuando la persona humana toma conciencia de su ser inconcluso, se pone en camino hacia su futuro. Futuro es lo que está sin hacer. Incluye necesariamente la dialéctica del "ya" pero "toda– vía no". Lo acabado no tiene futuro. La formación es un proceso dialéctico . No puede ser para el pasado ni para el presente, porque el pasado y el presente ya están hechos y terminados. La forma– ción es siempre para el futuro. Si no es para el futuro, no es formación. Hay quienes juegan con cierta ambigüedad al hablar de formación. El futuro que ofrecen es una repetición del pasado. De este modo lo que pro– pugnan es una inmovilidad, el estancamiento, la muerte . Eso valdría para una estatua, no para un ser vivo. Formación para el pasado es una contra– dicción en los mismos términos. Eso sería dar muerte, mientras que la formación a la que nos referimos es para dar vida. Este camino hacia el futuro es un proceso histó– rico. Porque es una creación consciente y libre del hombre. No nos referimos a los acontecimientos producto de la necesidad ciega de la naturaleza. La historia es un quehacer que supone libertad y tiende a la libertad. Por eso la formación , además de identificarla con un proceso vital y una tensión hacia_ el futuro , hay que reconocerla como un hacer historia. Hemos de concluir que formarse es vivir hacia la plenitud personal y social creando nuestra propia historia. Formación no es invernadero. No es una etapa aséptica. Aunque a veces se emplean expre– siones que pueden inducir a error. Si decimos, por ejemplo, "semillero" o " seminario" la intención primordial es destacar que se trata de algo vital, viviente, pero sería abusar de la metáfora deducir que tiene que ser inconsciente o impersonal, carente de libertad. Si hablamos de "edificación" no se puede tomar la palabra como si se tratara de acumulación en la línea de "tener", sino más bien destacando el aspecto creativo y solidario por el que todos nos edificamos mutuamente. Resulta obvio que la formación, como proceso vital, dura mientras estemos en este mundo, es permanente y abarca todos los aspectos de la persona, no sólo el intelectual. Hablar de forma– ción religiosa es ponerse en camino hacia el Reino de Dios, no como un }uego o ejercicio de entrena– miento, sino como un compromiso en el que se arriesga el futuro. No es algo periférico, sino el núcleo central de la existencia humana. Es tomar la vida en serio. 2. Formación evangélica. Hay que dar por supuesto que toda formación ha de coincidir sustancialmente con la formación que ofrece el Evangelio. Porque Jesús brinda la perfección definitiva, la última, la del mismo Dios: Sean perfectos (acabados) como es perfecto (acabado) su Padre celestial (Mt 5, 48). Las perfecciones parciales que se pueden ofre– cer deben estar en la línea de esta perfección última. Así los carismas peculiares que pueden ofrecer las diversas Ordenes y Congregaciones de la Iglesia no tienen que perder de vista el fin de todo cristiano. Antes y después de ser dominicos, jesui– tas u hospitalarios, debemos ser cristianos: No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que debamos salvamos (Hech 4, 12,). La enseñanza, o la atención de los enfermos pueden ser fines específicos de una congregación, pero como un medio de llegar a ser de verdad cristianos. Además de esta motivación general, los francis– canos tenemos otro motivo particular. Y es que lo que propiamente se propuso Francisco de Asís y con él la Orden, no fue éste o aquel detalle del Evangelio, sino el mismo Evangelio en su integri– dad, en lo sustancial. Creo que es una verdad de pacífica posesión entre los franciscanistas. La doy por supuesta. Por tanto es imprescindible determinar la for– mación evangélica para saber cómo ha de ser la fornrnción franciscana. Y si determinamos que en algo nos hemos separado del proyecto evangélico, tener el coraje de amputar y rescindir esos elemen– tos espurios que se han podido infiltrar en nuestro estilo de formación. Es patente que el Evangelio presupone y afirma que somos se.res inconclusos. Todos somos peca– dores: El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra (Jn 8, 7). Si ustedes, siendo malos (Mt 7, 11 ). Por la desobediencia de un sólo hombre, todos fueron constituidos pecado– dores. (Rm 5, 29). De la constatación de nuestra imperfección arranca el dinamismo que tiende hacia un futuro mejor. Para que sean hijos de su Padre celestial. (Mt 5, 45). Todos hemos de considerarnos en camino hacia la perfección, y Jesucristo asume expresamente la terminología educativa para afirmar de un modo radical que todos somos discípulos al negarnos .el título de "maestros": 15
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