BCCCAP00000000000000000001578

Se hacía dramáticamente indispensable insertar todo ese extraordinario potencial de religiosidad del pueblo -que carente del respaldo de los pastores no estaba, sin embargo, huérfano de los consuelos del "Paráclito" y de las alegrías puras y nobles que El procura a quienes no lo rechazan- en las estructuras tradicionales de la Iglesia. Ella veía con pasmo disiparse , por acentuación excesiva de sus compromisos temporales, su vinculación orgá– nica con las zonas más puras de los espíritus, enfebrecidas ahora en quienes venían siendo considerados como base exclusivamente receptiva. Una Iglesia que, volcada en demasía en su estructura cultural y jurídica, con desmedro del contenido humano de la fe y de una devoción espontánea y cordial, "pía", se veía ahora urgida de volver al pueblo , congregado espontáneamente en mil cofradías, al estilo de nuestros "bailes chinos" , para buscar al Cristo verdadero del Evangelio. La virtud de Francisco consistió en ponerse de la mano del pueblo, no como depositario de un proyecto, sino de un gérmen divino, una vocación humana y celestial, tal como se manifiesta en el Hijo de Dios hecho hombre. Entroncó vital y sincerísimamente con la más noble herencia espiritual de sus ancestros, escogiendo con entusiasmo el camino re– dentor de la pobreza y la "vida en penitencia". Llamando a sus seguidores "hermanos menores" excluyó todo propósito de comandar , poniéndose al servicio de los "menores" y confundiéndose con ellos. Establecidos en torno a este gozne, los invitó a deambular libremente , a trabajar con sus manos cuando les fuese dado, en obediencia y humildad, des– bordando continuamente su afecto hacia Dios y los hombres de manera ardiente y seráfica. Así hizo posible la confluencia en la Iglesia de estructura y sacramentos con el carisma y la potencia del Espíritu vivido por cada uno . Ser franciscano hoy, ser hermano menor de un pueblo religioso que ama la piedad, importará tanto como reconocer la fe no sólo en el elenco de doctrinas custodiadas en textos oficiales y en el conjunto sistemático del saber teológico, sino en lo que el pueblo fiel , y nosotros juntamente con él sentimos, queremos , intuimos y anhelamos en relación con Dios y con su Cristo, con María, y con ... la Vida que resurge impulsada por el Espí ritu. Porque el Dios que inspiró la revelación evangélica y la tradición confiada al magisterio de la Iglesia, plasmó también en cada corazón unas capacidades y una sensibilidad para un conocimiento y una relación vivencia! con El mismo, en intimidad, adoración y experien– cia de lo sobrenatural. Que si merece religioso respeto la Fe en cuanto depósito ele verdades lo merece también en su carácter privativo de diálogo entre un hombre y su Dios, inspirada y piadosamente interpretada desde lo íntimo de un corazón. Seremos hermanos menores haciéndonos presente en las manifestaciones de la religio– sidad popular, como Cristo, sin pretender imponer modos ni verdades a priori, sino reco– giendo su bagaje más depurado , y esforzándonos por persuadir mediante la locura de la predicación. Reconociendo que también ciertos grupos piadosos, ¡y la Orden Franciscana seglar entre ellos!, tienen derecho a nuestra consideración y servicio, y que estas acciones no son menos importantes que la sacramentación. Nunca podemos olvidar que nuestros orígenes como franciscanos están en el movimiento religioso popular de la Edad Media, esa corriente espiritual de Penitencia que Francisco supo asimilar y potenciar, y que, por el con– trario , nunca ha sido nuestra primordial característica ocupar puestos de responsabili– dad o ser funcionarios del cuerpo eclesial, sino más bien apoyarlo y reforzarlo con humildad, como Francisco lo quiso. Nos corresponde , pues, sobre todo , buscar con "gran humildad" y reverencia las dracmas perdidas de las más hondas creencias populares, para desempolvar– las y situarlas a su verdadera luz y en un puesto de honor. 123

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz