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2. Semilla del Verbo en la religi:osidad popular "Las semillas del Verbo han sido esparcidas por toda la tierra". La religiosidad popular goza del bello privilegio de contener el clamor, en un estado de espontaneidad y vehemencia , por el misterio de los sobrenatural, por el TU de Dios. Tal clamor es previo a la liturgia, caracterizada por su normatividad vertical, pero no menos potencialmente valioso, como demanda diversa de la gracia divina. "La gracia de Dios no está amarrada a los sacramentos", y Dios sigue de mil maneras diferentes, encarnándose, redimiento y glorificando a quien quiera se abra por cualquier modo a su misericordia. La piedad popular y la liturgia se complementan, puesto que la primera ofrece su aporta– ción íntima de piedad sensible y hondamente personal a las formas rituales del culto li– túrgico, que implica un aserto oficial y objetivo. La religiosidad popular no suele ser pro– vocada o dirigida por unos líderes, sino que se caracteriza más bien por gregaria y subjetiva; no es pertenencia de ninguna secta ni iglesia, es libre y voluntariosa, como nuestro genio autóctono; no se precisan clérigos o predicadores que la susciten , sobreviene sola y pujante en el momento adecuado y dadas las circunstancias. Es el clamor del pueblo por su Dios y Señor, antes que por cualquier iglesia. No habría que juzgarla apresuradamente ni pretender subyugarla con el pretexto de que suele ir acompañada de aspectos menos ortodoxos y aun inmorales a veces. Por el contrario, la religiosidad popular debe ser cultivada, como buena tierra, y ser objeto de desvelos pastorales y del servicio evangelizador (buena noticia: aliento , anuncio de la buena senda) por parte de los ministros de la Iglesia , cosa que, declaradamente , desde Medellín y Puebla, se propone ella emp render. La religiosidad popular es mayormente de vertiente católica, por contener elementos en reiación con el sentido de Dios y de la vida tomados de ella. Pero la hay también en estado puro, totalmente nativa e intacta, radicada únicamente en la tradición y el sentir po– pular de los hombres de cualquier latitud, como el "guillatún" de los araucanos. Posible– mente, la más incomprendida de las dos, porque "de casa" , sea la primera. Pero, para justi– preciarla, sería conveniente no .suponerla propiedad de nadie, sino lo que realmente es: "clamor y experiencia de un pueblo libre y veleidoso, pensante y cr ítico de las fragilidades de sus pastores de cara al propio Dios. "¿Cómo han de creer si nadie les predica?" Tendre– mos que reflexionar desde tal postura frente a sus innegables pequeñeces, trivialidades y pecado. "Lo que no es asumido no es redimido' (San lreneo); y careciendo, por cierto, de las formalidades propias de la liturgia en el templo, la religiosidad popular es válida, pues como dice el Vaticano II: "La liturgia, ni agota toda la actividad de la Iglesia , ni abarca toda la vida espiritual del cristianismo" (SC 9-12); y el Dios que se encarnó fuera de los muros del templo y la sinagoga israelita, sigue pasando, sin duda, repitiendo parábolas incomprensi– bles a otros, y recibiendo el aplauso y la adhesión entusiasta de este pueblo humilde, con– gregado desmañadamente para cumplir sus "mandas". Sí, a juicio de los más puritanos - y, a veces, moralistas de lo ajeno- , debiera eliminarse totalmente y nunca compartir estas expresiones de religiosidad popular para no estimular sus errrores, no habría que olvidar que la celebración de algunos sacramentos suelen ir acompañada también de excesos y desviaciones que remite a ciertas herejías viejas de los primeros tiempos de la cristiandad. La psicología ya nos recuerda que en toda manifes– tación humana "los intereses se superponen", y pueden ir desde lo folclórico y lúdico hasta 120

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