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HERMANOS MENORES DE UN PUEBLO NATURALMENTE RELIGIOSO OSCAR CASTILLO OFM Cap. 1. Experiencia de religiosidad popular en la montaña. A las diez de la noche de un día de jueves santo, en Paine, cerca de Santiago, un nume– roso grupo de jóvenes y hombres mayores, se agolpaban, junto a sus bolsos y hatos de fraza– das, al pie de la iglesia parroquial. Un camión, puesto generosamente a su disposición, cargó sin dificultad a las casi setenta personas que integraban el grupo de peregrinos. Acaba– ba de finalizar en la iglesia la celebración de la institución de la Eucaristía y el lavatorio de los pies. Todo parecía bellamente casual y afortunado, no había ningún responsable, y todo era improvisado. Ni siquiera el camión tenía licencia para transportar pasajeros, y se hablaba del riesgo de un control por parte de la policía. La carretera que tomamos de inmediato estaba atestada de vehículos, a causa de los feriados de los días próximos, y sólo adentrarse en ella ya era un riesgo; en medio del tráfico, nos sentimos como una vulnerable cajita de fósforos. Pronto nos adentramos en el campo, en la angostura de Paine: Aguila Sur, enfren– tando una subida de aproximadamente 2.700 metros. Por todas partes se divisaban lucecitas incursionando en la mansa y garbosa montaña. Noche de vigilia, previa a la detención y muerte del Salvador, que se presentaba nubosa y fría , pero clara, gracias a la incipiente luna llena de Pascua de Resurreción. Los diversos grupos de amigos, provenientes de los más variados lugares de la comarca, marchaban a distinto ritmo: algunos veloces y sin descanso, otros más lentos, y deteniéndose con frecuen– cia. El esfuerzo hacía transpirar a todos copiosamente. El cascajo y los cantos rodados hacían penosa la subida de las pendientes, entre enormes quebradas y cañadones, y las caídas eran frecuentes. Algunas personas, aquí ;y allá, ascendían solitarias, a su aire; y no faltaban quienes lo hacían a pie pelado, superando todo sacrificio imaginable; en ocasiones, en la más completa oscuridad , sin luz de luna. Hubiera sido fácil perderse, pero quién sabe por qué arte o gracia, todos los senderos hacia arriba parecen conducir a los audaces, que se precian de guías expertos, hacia "La Mancha Blanca". Por supuesto, hay que hacer un alto luego de varias horas de ascenso, y entonces se contempla con admiración abajo el mapa luminoso de la región, desde San Bernardo hasta 118
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