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Los Superiores de Pedro no las tenían to– das consigo, y, sin duda, debieron pensar una vez más: "Este hombre no sabe lo que quiere". El hecho es que le autorizaron a trasladarse a Chile. Luego de un mes de aprendizaje del español en Lovaina, llegó a Osorno. Tenía 46 años, y muchos sueños. Recorrió la zona por algunos días, preguntándose una y otra vez: "¿Qué quieres de mí, Señor?". "Una vida nueva, sin duda, pero cómo, en dónde, aquí o... allá arriba? Cinco años permanecería en esa diócesis incipiente del Sur de Chile, trabajando en di– versos proyectos en relación con la educación popular, la juventud obrera (JOC) y otros, que le permitieron conocer la realidad chi– lena, tan distinta de la de su país de origen , e inculturarse profundamente en ella. -¿Este tipo de actividad respondía a tus inquietudes? -No exactamente. Se trataba más bien de la organización y asesoramiento de la JOC y de un Instituto de la Juventud, como de otros programas de educación popular. Pero esta actividad en contacto con los sectores popula– res me hizo posible alcanzar algo de lo que es– taba buscando: conocer la mentalidad y lama– nera de ser de los chilenos, entre los que vivi – ría el resto de mi vida. Seguía pensando, sin embargo, en los sectores industriales. Siguió buscando, y en el año 1965 se tras– ladó a Concepción , donde era arzobispo Mons. Manuel Sánchez, con cuyos auspicios se es– taba preparando por entonces la edición de la Biblia Latinoamericana. Le acompañó el P. Pierre Levallois, que había llegado de Francia con la inquietud de llevar la presencia francis– cana a los ambientes populares. Se instalaron primero en Lorenzo Arenas, próximo a Tal– cahuano, y luego en un barracón de esa pobla– ción. Pedro Jaminet se hizo luego cargo de la "población" (barriada marginal) La Libertad, donde no había luz ni agua , y que estaba in– tegrada por campesinos emigrantes. Su activi– dad no era propiamente ministerial o sacra– mental, dadas las características del barrio, sino de presencia y testimonio. Por ese tiempo se contactó con el P. Pierre Dubois, como asesor del MOAC, un sacerdote diocesano que integraba un equipo francés que trabajaba en una zona minera, y que, años más tarde, desde la "población" La Victoria, en Santiago, realizaría una labor de resonan– cia nacional, hasta que fue expulsado del país por el gobierno de Pinochet. Y, asimismo, con los sacerdotes Hurault y Ricciardi, responsa– bles de la edición de la Biblia Latinoameri– cana. Poco después, Pedro se trasladó a Hual– pencillo, una barriada popular de Talcahua– no, donde, a partir de una pequeña capilla– parroquia como sede matriz, se desarrollaría en los años posteriores, hasta el día de hoy, una amplia acción eclesial a través de la crea– ción de varias comunidades de base vincula– das a aquel centro, una federación de comu– nidades, según el modelo que había tenido la oportunidad de conocer en Sao Paulo (Brasil). Eran ya los tiempos postconciliares, y por to– das partes comenzaban a florecer las CEB. En esta labor le acompañarían, luego, los hermanos Lázaro y Edmundo. El primero se ocupaba de las actividades propiamente pa– rroquiales y de la catequesis, y el segundo tra– bajaba en las caletas de la costa y en el ase– soramiento de Cursillos de Cristiandad, mien– tras que Pedro era sobre todo responsable de todo lo relativo a la acción social. -¿/ntentaste trabajar en Chile como obrero? -No, había mucha gente sin trabajo; y, por otro lado, no me sentía con fuerza , ya casi a mis cincuenta años, para realizar un trabajo estable en fábrica; además, la situación era muy distinta de la de Bélgica. De hecho, vi– víamos en continuo contacto con los pobres, ayudándolos y acompañándolos en sus pro– blemas. Esta labor la comenzó a realizar Pedro en la población La Libertad, y fue , a lo largo de los años, una actividad no tanto parroquial como de presencia y acompañamiento, espe– cialmente en poblaciones "callampas", que luego se irían urbanizando; y después con los hermanos citados, en Talcahuano y Hualpen– cillo, donde se había concentrado mucha gen– te damnificada por el terremoto de 1960. Había una capilla desvencijada, y junto a ella se construyó una sencilla casa de madera. Acompañando al movimiento de expansión de estas poblaciones, muy intenso, fueron sur– giendo diversas comunidades eclesiales, al frente de las cuales había un animador/a, en algunos casos un sacerdote o una religiosa. La expansión de esta acción pastoral y social, que se fue intensificando y diversifi– cando a lo largo de los años, pareció exigir la necesidad de crear un Centro aglutinante como lugar de referencia y encuentro, cosa 489

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